viernes, 7 de junio de 2019

Viernes 7 de junio

Viernes de la 7ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 21,15-19

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis corderos." Por segunda vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le contesta: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Él le dice: "Pastorea mis ovejas." Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras." Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: "Sígueme."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Lee de nuevo el Evangelio y sustituye el nombre de Pedro por el tuyo. Escucha a Jesús. Él conoce tus pecados y todas tus buenas intenciones. Te pregunta, te habla con cariño y espera tu respuesta.

¿Me amas más que éstos?
¿Me amas?
¿Me quieres?
Apacienta mis corderos
Otro te llevará a donde no quieras
Sígueme.

“Señor, tú lo sabes todo,
sabes que te amo con todas las fuerzas de mi pobre corazón,
sabes que soy capaz de jugármela por ti ahora
y gritar que no te conozco dentro de un rato.
Así soy Señor: débil y fuerte a la vez.
Así es mi corazón: valiente y cobarde a un tiempo.
Mis días son cartas de amor y egoísmo barajadas.
Sé que me quieres, Señor,
y que nada ni nadie puede separar tu amor de mi pobreza.
Te doy gracias porque cuentas conmigo Señor
para cuidar a tus hijos, para mostrarles tu amor.
Te seguiré, Señor, envíame,
aunque me ciñan las incomprensiones
y me conduzcan al dolor que menos quiero,
Gracias, Señor, por poder vivir contigo esta historia de amor.”         

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Oh llama que ardes sin consumir el leño,
que calientas, iluminas, invades y enamoras.
Oh amor enamorado que abrasas y devoras
Desde las entrañas mismas de mis sueños.

Erupción de eternidad que desde las profundidades de mi alma
todo lo llenas y sometiéndome me embriagas;
saciedad de un deseo de Amor que no se apaga;
dulzura, paz y gozo de un peregrino del Amor buscando calma.

Santidad que en el beso de tu presencia encuentras
un pecador abierto desde las profundidades de su nada
ofreciendo la pobreza de un alma simplemente enamorada
que en busca de tu abrazo se entregó y abrió sus puertas.

Cumple tu obra y termina de quemar lo que quemaste,
consume de una vez la vida que en un rapto me robaste,
termina en el Amor que no se apaga la obra que empezaste
y en fuego dos seremos uno en un abrazo interminable.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 6 de junio de 2019

Jueves 6 de junio

Jueves de la 7ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 17,20-26

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: "Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La oración de Jesús es la de un enamorado. Sus palabras hablan de nosotros con delicadeza y ternura. Lee despacio este Evangelio y siente la caricia de Jesús, que sigue rezando al Padre por ti, por todos los creyentes.
            “Señor, gracias por poder sentir la caricia de tu amor”
            “Perdona nuestras palabras agresivas, amenazantes”

Jesús reza por los suyos. Su oración es el reflejo de su vida entregada a los demás. Un hombre que lo da todo, reza por todos. Sin embargo nuestra oración a veces es tan corta como nuestra entrega, tan centrada en nuestros problemas y alegrías, tan egoísta...
            “Señor, convierte nuestra vida y nuestra oración al amor”
            “Perdona y cura nuestra mirada corta, nuestra plegaria egoísta”
Pide al Señor por las personas que quieres, por todos los hombres y mujeres del mundo.

Jesús pide por la unidad, pide insistentemente. Sabe que nos cuesta tan poco creernos los mejores, cerrarnos en nuestro grupitos, alejarnos de la comunidad, de la Iglesia.
Pide perdón de los pecados contra la unidad y únete a la oración de Jesús por la unidad.

Decir Tú
es descentrarme de mi yo,
de mis soledades y ambiciones,
de mis egoísmos y construcciones,
de mis miedos y seguridades.

Decir Tú
es agarrarme al diálogo,
al encuentro, al hallazgo,
a la novedad que trae vida
y que recrea todo lo que comparto.

Decir Tú
es jugar a las claridades,
a dar nombres y sentirme nombrado,
a tener comunidad e intuir trinidades,
a bañarme en tus realidades.

Decir Tú
es romper círculos y prisiones,
prenderme a tus alas para vivir libertades,
llamar tu atención osadamente
y reconocer que me quieres e intento quererte.

Tú...

Florentino Ulibarri


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Cuando llenas mis velas
e impulsas mi navío hacia adelante,
hacia la luz que surge en el levante,
ella me atrapa y todo lo recrea.

Cuando soplas como el viento de la tarde
y tu presencia me envuelve y me transporta
se rompen las amarras, ya no importa
conocer el camino, Tú lo sabes.

Tú que trazas sendas siempre nuevas
y en las estrellas señalas el camino,
Tú que haces del horizonte mi destino
y arrancas mi bajel de la escollera.

Dame de tu brisa la sabiduría
para escuchar su Palabra y comprenderla
para abrir el corazón y contenerla
y en su Pasión emprender la travesía.

Tú que eres la brisa que besa la mañana
arrancando a las olas su sonrisa,
Tú que eres el manto tibio que suaviza
el frío que me trae la madrugada.

Acaricia con tu voz mi pensamiento
iluminando profecías en mi alma,
lléname de tu paz y de tu calma
y enciende en tu Amor mis sentimientos.

Tú que eres la pureza de una noche limpia
en la que el mapa del cielo se desvela
Tú que eres la luz que en misterio se revela
y das sentido a la historia que inhabitas.

Dame tus ojos para ver lo que Tú quieres
y la mirada que penetra los misterios,
rompe las cadenas de mi cautiverio
y hazme libre para elegir lo que prefieres.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 5 de junio de 2019

Miércoles 5 de junio

Miércoles de la 7ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 17,11b-19

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: "Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús pide al padre para nosotros el don de la unidad. Cuando estamos unidos, nuestra debilidad se fortalece, anunciamos sin palabras el Reino de Dios, Reino de paz, de fraternidad, de comunión...
Nos unimos a la oración de Jesús pidiendo la unidad para nuestras familias, para nuestros grupos, movimientos y comunidades, para nuestras parroquias y diócesis, para la Iglesia entera, para el mundo.

No es fácil la misión que nos ha dejado Jesús. Es difícil estar en el mundo sin ser del mundo:
- Es difícil vivir en una sociedad consumista y compartir el tiempo, el saber, el dinero.
- Cuesta mucho devolver bien por mal en un mundo tan violento.
- Es casi heróico vivir el amor limpiamente en medio de un ambiente plagado de estímulos eróticos.
-  Cuando ha crecido tanto el individualismo a nuestro alrededor, resulta difícil dar la cara por los demás.
- En un mundo lleno de ruido, de prisa, de incomunicación, cuesta hacer hueco al silencio, al sosiego, a la oración.
¿Cómo vives estar en el mundo sin ser del mundo? Cuéntaselo a Dios. Pídele fuerza para ser fiel, para que seamos fieles.

Señor, ayúdanos a estar en el mundo,
sin miedo a mancharnos o a equivocarnos,
sin contagiarnos de sus miserias;

Ayúdanos a emplear el dinero y todo lo que tenemos
sin convertirlo en un dios, con espíritu generoso.

Ayúdanos a convivir con las personas y los grupos
sin utilizar a nadie, con espíritu fraterno.

Ayúdanos a esforzarnos en el estudio y el trabajo,
sin buscar únicamente el dinero, con espíritu solidario.

Ayúdanos a disfrutar de la diversión y la fiesta,
sin perder la cabeza, con espíritu alegre.

Ayúdanos a participar en la política y en la economía,
sin buscar nuestro interés, con espíritu de servicio.

Ayúdanos a utilizar las nuevas tecnologías,
sin depender de ellas, con espíritu de encuentro.

Ayúdanos a apostar por la familia y por la Iglesia,
sin encerrarnos en ellas, con espíritu universal.

Ayúdanos a aportar nuestras ideas y propuestas
sin condenar a nadie, con espíritu humilde.

Señor, ayúdanos a estar en el mundo,
contagiando el amor y la esperanza que Tú nos das
y aprendiendo de todas las personas de buena voluntad.
Amén.


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En Ti vivimos, nos movemos y existimos,
atmósfera divina que todo lo contienes,
eres el oxígeno que en el Amor mantienes
a los hombres que llamaste a tu servicio.

Tú eres el aliento de la oración enamorada,
el soplo de infinito que envuelve con su encanto
los rezos , las lágrimas, la adoración y el canto
de las alabanzas que levanta la alborada.

En Ti la gracia y la ilusión nos hace niños,
recuperando la paz y la confianza,
caminando de su mano en la esperanza
de abrazarnos a su cuello con cariño.

Eres la serenidad después de la tormenta,
la calma que en su amor sosiega el alma;
ternura de una madre en que se calma
la inquietud de caminar hacia su meta.

En Ti la unción se derrama sin medida,
la consagración florece en alabanza,
las manos se tienden con confianza
y del dolor pasado brota nueva vida.

Eres el defensor y el abogado prometido,
el enviado que congrega y que nos sacia
del agua viva que nos lava en su Palabra
y en la trinidad nos mantiene sumergidos.

Eres el manto tierno de la misericordia
que envuelve las horas de mi vida,
el bálsamo de suavidad que sana las heridas,
el amor divino en la trama de mi historia.

En Ti Jesús es compañero de camino,
su verdad penetra la inteligencia y la memoria;
su vida misma es anticipo de la gloria
y la santidad enamorada es mi destino.

En Ti proclamación se hace martirio,
La muerte es absorbida en la victoria,
Las cosas de este mundo se vuelven ilusorias
y el Reino del Amor se hará definitivo.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 4 de junio de 2019

Martes 4 de junio

Martes de la 7ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 17,1-11a

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La vida eterna es conocer a Dios, es saborear su amor, es gustar de su presencia, es dejarse conducir por Él, es amarle con todo el corazón, es ofrecerle todo lo que somos, todo lo que Él nos ha dado.
            “Jesús, gracias por darnos a conocer al Padre”
            “Danos tu Espíritu para que le amemos con todo el corazón”

Jesús dedicó su vida a ofrecer a las personas la vida, la vida eterna; dicho de otra manera, Jesús nació, predicó, curó, sufrió, murió y resucitó para dar a conocer el amor del Padre. Los cristianos estamos llamados a hacer lo mismo, a gritar con nuestras obras y palabras que Dios nos ama y que en Él podemos ser plenamente felices.
            “Gracias por darnos gratis el tesoro del a fe”
            “Enséñanos, Jesús a compartir nuestra fe”
            “Perdona Señor nuestra falta de testimonio, cura nuestros miedos”

Jesús reza por nosotros, se preocupa por nosotros, porque nos ama. Ojalá sintamos cada día más este amor y también nosotros nos preocupemos y recemos por los demás.

La oración de Jesús no es egoísta. Siguiendo su ejemplo, también nosotros rezamos, por nosotros mismos y por todas las personas que necesitan ayuda.

Señor,
se despierta el orbe, se levanta el mundo,
amanece y al contemplar cómo está todo y leer las noticias,
una mañana más, a mí sólo me queda decirte:
Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.

Señor,
al iniciar esta jornada,
al examinar qué me duele,
qué no está en su sitio,
qué necesita cambio, transformación, conversión…
qué podría ser de otro modo, mejor, más bueno,
una mañana más, a mí sólo me queda decirte:
Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.

Señor,
ahora que de nuevo nos ponemos en camino
te doy gracias por tantas cosas que tenemos,
que sabemos y que hemos logrado,
pero también me angustia, no poco,
tantas otras cosas que aún no hemos estrenado como debiéramos:
trabajo para todos, educación para todos,
agua y alimento para todos, justicia -la misma- para todos,
por eso una mañana más, a mí sólo me queda decirte:
Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.

Señor,
en este nuevo día te pido que me colmes de pasión,
que mis pasiones sean siempre por otros y con otros,
que me compadezca de quien no puede, no tiene, no sabe, no es…
y practique con él la compasión que libera,
que dignifica y que hermana.
En esta mañana, a mí sólo me queda decirte:
Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Así sea.


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Espíritu y Vida Nueva
que llenas los corazones
de esperanzas e ilusiones
que en el Amor se renuevan.

Infúndenos tu confianza
para caminar seguros
por caminos de Amor puro
por senderos de esperanza.

Para predicar el Reino
que se realiza en tu seno,
el Amor de un Padre bueno
que nos da su Amor Eterno.

Para anunciar la llegada
de la gracia que se entrega
el fin de una larga espera
la humanidad ya lograda.

Para anunciar la esperanza
donde vemos ojos tristes
pues sabemos que viniste
a fundar nuestra confianza.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 3 de junio de 2019

Lunes 3 de junio

Lunes de la 7ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 16,29-33

En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: "Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios." Les contestó Jesús: "¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Os dispersaréis y me dejaréis solo. Cuando nos dispersamos, cuando rompemos la comunidad, terminamos por alejarnos del Señor. La fidelidad al Señor pasa inexcusablemente por la permanencia en la comunidad de los creyentes.
            “Señor, perdona nuestro pecado contra la comunidad”
            “Señor, atráenos hacia ti. Nos cuesta tan poco alejarnos”
            “Espíritu de Jesús, acércanos a la Iglesia, a Jesús”

Está conmigo el Padre. Siempre está conmigo, cuando lo siento y cuando no, cuando su presencia me consuela o cuando me pide arriesgar la vida.
            “Padre, aviva nuestra fe para descubrirte a nuestro lado”
            “Señor, danos sabiduría para mostrar tu cercanía a las personas”
            “Perdona y cura nuestra falta de fe”

Tendréis luchas... cuando queremos ser fieles a Jesús, cuando trabajamos por los pobres, cuando denunciamos injusticias, cuando ponemos el dedo en la llaga...
Tened valor... no dejéis el camino del Evangelio, no os canséis de luchar, Jesús ha vencido a todo y tú puedes vences con la fuerza del Espíritu que Él te da.

Señor, la vida es una lucha.
Tienes razón.

Lucho para que no me arrastre la moda, la comodidad o la prisa,
para ser el conductor de mi propia vida.

Lucho para no dejarme llevar por voces y sensaciones negativas;
para escuchar la voz de la verdad, de la esperanza... tu voz.

Lucho para no pararme cuando tengo miedo o dudas;
para seguir adelante con confianza y esperanza.

Lucho para no cerrarme en mis caprichos,
para tener abiertos los ojos, los oídos, el corazón, las manos, la cartera...

Lucho a veces contra Ti, Señor,
porque todavía creo que tengo que agradarte para que me ames
y me olvido de que tu amor es gratuito, como el agua o el sol;
porque no acabo de entrar en Ti, de abrirte la puerta para que entres en mí
y olvido que la felicidad y la libertad más grandes nacen en Ti.

Te presento, Señor, todas mis luchas...

Muchos luchan para poder comer, para vivir en paz...
Su lucha, Señor, es tu lucha.
Que su lucha sea también mi lucha.

Pongo en tus manos mis luchas y mis esperanzas;
mis dudas y mis certezas, mi vida...
la lucha de todas las personas de buena voluntad.

Tú has vencido al egoísmo y a la mentira,
al pecado y a la muerte.
Y junto a Ti,
aunque a veces me sienta derrotada,
aunque a veces parezca que ganan "los malos",
yo también venceré;
el amor, la verdad, la justicia y la paz vencerán.

Gracias, Señor, por esta esperanza.


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Ven Espíritu de vida
océano de clemencia
y llénanos de tu ciencia
de tu Amor y tu alegría.

Danos la dicha de unirnos
en el mundo como hermanos
defiéndenos soberano
del cáncer del egoísmo.

Tú que eres revelador
de los misterios profundos,
Tú que renuevas el mundo
en el soplo del creador.

Hincha nuestras velas quietas
con el soplo de tu aliento
e impúlsanos con el viento
que nos lleva hacia la meta.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 2 de junio de 2019

Domingo 2 de junio

Domingo de la 7ª semana de Pascua C. Ascensión del Señor

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24, 46-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto."
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La Ascensión es la última aparición de Jesús resucitado a sus discípulos. A partir de ese momento, ya no podrán ver con los ojos de la carne al Maestro.

¡MARCHA, SEÑOR, PERO ACOMPÁÑANOS!
Oh, Señor, gracias por tus palabras que nos dieron vida
y por tu mano que nos regalaron la salud
Oh, Señor, gracias por tus gestos
que nos hicieron pensar en la Salvación de Dios
y, por tus ojos, que nos llevaron a rumiar en lo eterno
Gracias, Señor, por tus caminos
que nos hicieron abandonar los nuestros
egoístas y perdidos en sí mismos
o colapsados del polvo, mentira y tristeza
Después de tu tiempo, marcha Señor hacia el cielo
pero, desde las alturas, no dejes de guiarnos.
Que, nuestras voces, necesitarán de tu voz
que, nuestros pies, pedirán impulso de tu Espíritu
que, nuestro corazón, reclamará amor de tu Amor.

¡MARCHA, SEÑOR, PERO ACOMPÁÑANOS!
Que, en tu Ascensión, queremos agarrarnos nosotros
para compartir y ansiar la eternidad
Que, en tu Ascensión, nos dejas pistas y senderos
que conducen hacia esa Ciudad de Dios
Que, después de tu trabajo valiente y sincero
mereces ser coronado y festejado
en ese lugar cerca del Padre, en estancia feliz del cielo

¡MARCHA, SEÑOR, PERO ACOMPÁÑANOS!
Que, sin tu mirada, nuestras miradas caerán hacia el suelo
Que, sin tu mano, nuestros ideales se cruzarán de brazos
Que, sin tus palabras, nuestros labios se cerrarán en dique seco
Que, sin tu corazón, nuestros amores serán necios o mezquinos

¡MARCHA, SEÑOR, PERO ACOMPÁÑANOS!
No te decimos, Señor, adiós sino ¡hasta pronto!
Porque, bien sabemos, amigo y Señor,
que todo lo que dices o prometes, siempre cumples
Que, tarde o temprano, de mañana o en la oscura noche
vendrás, regresarás en definitiva vuelta hasta nosotros
para que se cumpla, de una vez para siempre,
la Salvación que todos creemos, rezamos, añoramos y esperamos.
Amén.

¡MARCHA, SEÑOR, PERO NO TE OLVIDES DE NOSOTROS!


Hay que prepararse para recibir la fuerza de lo alto, para acoger al Espíritu Santo, para celebrar la fiesta de Pentecostés. Estas palabras, que ponemos en los labios de Jesús, nos pueden ayudar:

Te donaré mi Espíritu de Vida,
te ofreceré la gracia que esperabas,
calmaré en ti el anhelo de tus ansias
y serás primavera de alegría.


Derramaré mi Espíritu en tu alma
serás una sola cosa en mi ternura,
beberás de mi fuente la dulzura,
las delicias de un manjar que se derrama.


Colmarás en mi amor tu sed profunda,
apagaré tu sed de vida y esperanza,
se volverá una fuente de Alabanza
la tierra labrada que mi Amor fecunda.


Te daré fortaleza en las penurias,
templanza en las pasiones y esperanza,
una fe encendida que mueva las montañas,
un Amor que perdona las injurias.


Fundirás tu Espíritu en el mío
y serás bendición para mi pueblo,
profecía de mi Amor en el destierro,
un fuego que en mi llama se ha encendido.


Aquel día serás como una zarza ardiendo:
sin consumirte consumirás tus días y tus horas,
te encenderás en el Amor que todo lo enamora
y en este Amor irás tus días recorriendo.


Infundiré mi Espíritu en tus labios
y serás Palabra siempre nueva,
profecía de mi Amor sobre la tierra,
sabiduría del Amor para los sabios.


Serás parábola del Amor perfecto,
de la misericordia que todo lo perdona,
amor sin condiciones que se dona,
benévola mirada de mi afecto.


Te volveré luz de las naciones,
reflejo de la luz que me ilumina,
orientación del peregrino que camina,
coraje en la penumbra, lucero de sus noches.


Te donaré mi Espíritu infundiendo
mi Amor en el corazón con que me amas
y sabrás que no es tuyo el Amor que en Mi derramas
cuando en mi fuente te vayas sumergiendo.


Allí seremos uno: un Amor, un Espíritu, una Vida;
el Amor que sin reservas se ha entregado,
el Espíritu que en mi luz te tiene iluminado,
la Vida en el banquete nupcial que no termina.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 1 de junio de 2019

Sábado 1 de junio

Sábado de la 6ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 16,23b-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús nos anima a pedir al Padre, a pedir en su nombre, a pedir como Él y con Él, a pedir con sus sentimientos, con su confianza en el Padre...

No nos hubiéramos atrevido,
si él no lo hubiera hecho
y no nos hubiera invitado
a seguir sus pasos
y a usar sus gestos y palabras
para expresar los sentimientos
más hondos de nuestras entrañas
cuando queremos hablar Contigo.

No nos hubiéramos atrevido,
pero al hacerlo Él, en su vida tan cotidiano,
forzó nuestras resistencias Contigo,
tan viejas, que se remontan al lío del Paraíso,
tan nuevas, que nos ofuscan la vista todavía
y dejan herida nuestra confianza
en Ti, en la vida y en nosotros mismos
haciéndote un desconocido.

No nos hubiéramos atrevido,
mas Él nos donó su Espíritu
para que no fuéramos esclavos
sino hijos libres y hermanos,
que no recaen en el temor nuevamente
sino que gozan de su condición de hijos
sabiendo que a Ti te agrada ser Padre
aunque nosotros seamos olvidadizos.

No nos hubiéramos atrevido
si Él no nos hubiera convencido
y no se hubiera decidido a orar con nosotros
en los buenos y malos momentos
para que gustáramos del diálogo Contigo,
de tu amor fiel, firme y gratuito
y de las caricias más tiernas
que salen de tus manos de alfarero.

No nos hubiéramos atrevido,
a pesar de ser tus hijos,
a llamarte Abba,
Padre nuestro,
Papaíto,
con gracia y respeto
como los niños.

Florentino Ulibarri

Sin embargo, a veces nos cuesta pedir. Decimos: “Dios ya sabe lo que necesito. Me lo dará sin que se lo pida”. Es verdad que Dios no precisa nuestra petición para ser generoso, pero nosotros si necesitamos pedir:
          para hacernos conscientes con humildad de nuestras limitaciones,
          para reconocer agradecidos que todo bien viene de Dios,
          para comprometernos en favor de lo que pedimos,
          para poder acoger los dones que Dios constantemente nos regala y que no disfrutamos por tener el corazón cerrado.

Nos cuesta pedir bien. A veces no sabemos lo que pedimos, no pedimos lo que nos interesa verdaderamente, pedimos pequeñeces cuando Dios quiere darnos lo mejor de sí; pedimos con un corazón tan egoísta que nos olvidamos de las necesidades de los hermanos.
            “Señor Jesús, enséñanos a orar,
            para que podamos saborear el amor del Padre;
            enséñanos a pedir por todos y para todos,
            no sólo por nuestras pequeñas preocupaciones;
            enséñanos a pedir sobre todo el don del Espíritu,
            el don de conocer y cumplir siempre tu voluntad”

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.