martes, 7 de agosto de 2018

Martes 7 de agosto

Martes de la 18ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 14, 22-36

Después que sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaron a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento les era contrario.
De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: "¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua". El le dijo: "Ven". Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame". En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios". Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron curados.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

La experiencia de muchos cristianos es que rezamos poco y a regañadientes. El Evangelio, sin embargo, nos cuenta como Jesús deja a la gente y a los discípulos y marcha a la montaña a orar, desde la noche

El mar es símbolo de peligro. Jesús anda sobre el mar, está por encima de cualquier inseguridad. Y nosotros, con la fuerza del Espíritu, podemos andar con firmeza sobre el mar de la vida. Y si en algún momento falla nuestra fe, pidamos ayuda al Señor y agarremos su mano tendida para poder seguir caminando.
            “Señor, dame seguridad para avanzar en medio del mar del mundo”
            “Gracias por la fuerza de tu Espíritu”
            “Perdona y cura nuestra falta de fe”
            “Dame humildad para pedirte ayuda y agarrar tu mano”

Con tanta protección,
con tanta garantía,
con tanto amparo,
con tanta defensa,
con tanta muralla,
con tanto derecho,
con tanto seguro,
con tanto capricho...
estamos mal acostumbrados
a bregar por el mar de la vida.

Y cualquier imprevisto,
aún el más trivial y anodino,
–la incertidumbre ante el futuro,
el presentimiento de algo nuevo,
la posibilidad de un cambio,
el miedo a lo desconocido,
un dolor fortuito,
la presencia de extranjeros,
la sospecha de nada concreto...–
nos paraliza o produce recelo.

Y tú nos dices:
¿Por qué teméis, hombres de poca fe?
Sólo es una tormenta de verano.

Días hay, es cierto,
en que se nos nubla el cielo
y se pone negro el horizonte.
Los reveses de la vida,
los caprichos de la suerte,
los avatares del destino,
la rueda de la fortuna
o los designios de la providencia, ¡qué sé yo!,
son rayos y truenos ,
y tiemblan nuestros corazones.

El auténtico marinero
se crece en la fuerte marejada,
mientras tierra adentro
hay quien se ahoga en un vaso de agua.
Los chaparrones, por fuertes que sean,
sólo duran horas, nunca semanas;
después viene la calma.
a veces es necesario que diluvie,
pues si no, ¿quién nos quitará tanta costra?,
¿quién nos arrancará las entretelas del alma?

Y tú nos dices:
¿Por qué teméis, hombres de poca fe?
Sólo es una tormenta de verano.

Hay épocas que llueve a cántaros,
y la fuerza del viento huracanado
puede arrastrarnos al desastre:
en unos minutos de inclemencia
destruir la obra laboriosa y paciente
de muchos años de vida y entrega.
Y, entonces, nos tambaleamos,
desconfiamos y andamos a la deriva,
perplejos y angustiados.
¡Señor, sálvanos!

Y tú nos dices:
¿Por qué teméis, hombres de poca fe?
Sólo es una tormenta de verano.

Florentino Ulibarri

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Confieso que me decepciona
el rumbo de la Iglesia,

Y tras la decepción, ¿qué?
¿Arrancar la cizaña?
¿Cambiar de levadura y masa?
¿Sembrar semilla más llamativa?
¿Tirar la toalla?
¿Bajarse de la barca?
¿Quedarse en la orilla?
¿Hacer caso a los cantos de sirena?
¿Desgranar agravios y penas?
¿Sentirse mártir de la causa?
¿Buscar responsables de las fechorías?
¿Aceptar que es ley de vida?
¿Renunciar a la utopía?
¿Cantar baladas de recogida?

¡Pues, no! Tras la decepción...
¡la indignación!
Más esperanza y utopía;
más riesgo y osadía;
más entrega y carne viva;
más comprensión y buena noticia;
más fe y justicia;
más fortaleza, ternura y vida;
más sacrificio y alegría...
aunque sea preciso
ocupar la calle
y pasar noches en vela,
o pegarse un chapuzón,
o volver a la alfarería,
o arreglar la barca,
o ajustar la dirección,
o cambiar de piel,
y hasta la imagen del Dios que nos guía.

¡Mi Dios amigo
y Señor de tanta travesía!

Florentino Ulibarri (adaptación)


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 6 de agosto de 2018

Lunes 6 de agosto

Transfiguración del Señor

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 17,1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis." Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Camino de Jerusalén, Jesús va preparando a sus discípulos, les advierte repetidamente que va a ser arrestado y crucificado, para resucitar al tercer día. Ante el panorama que describe Jesús, los discípulos se entristecen. En este contexto tiene lugar la transfiguración. Es una experiencia que marcará sus vidas. La transfiguración no anula la cruz y la muerte cercanas, pero ayudará a los discípulos a vivirlas con más esperanza.

El Señor está atento a cada uno de nosotros. Y cuando ve que nuestra fe flaquea también nos regala experiencias de transfiguración: en la celebración de la Eucaristía, en un momento de oración, en la conversación con un buen amigo, de la manera más insospechada. Damos gracias a Dios por todas esas experiencias a través de las cuales Dios levanta nuestra esperanza y nos ayuda a asumir las cruces de cada día.

Señor, te damos gracias porque nos miras con amor,
conoces nuestras debilidades y malos momentos,
y nos ofreces siempre la luz de la esperanza.
Ilumina, Señor, nuestras tinieblas,
Tú, que, antes de entregarte a la pasión,
quisiste manifestar en tu cuerpo transfigurado
la gloria de la resurrección futura.

Te pedimos por los cristianos que sufren:
para que, en medio de las dificultades del mundo,
vivan transfigurados por la esperanza de tu victoria.
Te pedimos por todas las personas que sufren,
para que a nadie le falte, Señor, la luz de la esperanza.

Gracias, Señor, por todas las personas,
por todos los momentos y lugares,
por todas las oraciones y celebraciones
que transfiguran nuestro corazón y nuestro rostro,
que nos devuelven la esperanza y la paz,
que dificultades y pecados nos quitan.

Señor, que también nosotros estemos atentos
para descubrir a todas las personas desanimadas,
para compartir con ellas el amor y la esperanza
que cada día Tú nos ofreces a manos llenas. Amén.

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Cuando te has olvidado de ti mismo,
cuando te has agotado en el servicio a los últimos,
cuando has vencido la tentación de cualquier apego,
cuando has aceptado el sufrimiento como compañero,
cuando has sabido perder,
cuando ya no pretendes ganar,
cuando has compartido lo que tú necesitabas,
cuando te has arriesgado por el pobre,
cuando has enjugado las lágrimas del inocente,
cuando has rescatado a alguien de su infierno,
cuando te has introducido en el corazón del mundo,
cuando has puesto tu voluntad en las manos de Dios,
cuando te has purificado de tu orgullo,
cuando te has vaciado de tanto acopio superfluo,
cuando te sientes herido...
brilla en ti, gratis, la luz de Dios,
sientes su presencia irradiando frescura primaveral,
y su perfume te envuelve y reanima.

Ya no necesitas otros tesoros.
Dios te acompaña,
te habla,
te protege.
Te sientes esponjado en un mar de dicha...
Y si no estás en las nubes,
es un Tabor
que se te ofrece gratis,
para que disfrutes ya lo presente
y camines firme
y sin temor.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 5 de agosto de 2018

Domingo 5 de agosto

Domingo de la 18ª semana del t.o.B

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 6,34-35

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: —«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó: —«Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»
Ellos le preguntaron: —«Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»
Respondió Jesús: —«La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»
Le replicaron: —«¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo.”»
Jesús les replicó: —«Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.»
Entonces le dijeron: —«Señor, danos siempre de este pan.»
Jesús les contestó: —«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A Jesús le sigue mucha gente, pero muchos lo hacen por el pan que comieron, por interés. ¿Por qué sigo yo a Jesús?

Ayúdame a clarificar mis intenciones.
purifica mis sentimientos,
santifica mis pensamientos
y bendice mis esfuerzos,
para que todo en mi vida
sea de acuerdo a tu voluntad.

Tengo tantos deseos contradictorios...
Me preocupo por cosas
que ni importan ni son duraderas.
Pero sé que si te entrego mi corazón
haga lo que haga seguiré a mi nuevo corazón.

En todo lo que hoy soy,
en todo lo que intente hacer,
en mis encuentros, reflexiones,
incluso en las frustraciones y fallos,
y sobre todo en este rato de oración,
en todo ello,
haz que ponga mi vida en tus manos.
 

Señor, soy todo tuyo.
Haz de mí lo que Tú quieras.
Amén.
 
Jesús hizo muchos signos delante de los judíos, pero ellos no se cansan de pedir señales, pruebas... Nosotros también pedimos pruebas para creer. La mejor prueba es Él mismo. Si te acercas a Él, serás más libre, crecerá tu esperanza, tu ilusión... ¿Qué dices a Dios?

Moisés alimentó a los israelitas, pero el que verdaderamente dio el pan fue Dios. Muchas personas nos ofrecen su ayuda, su palabra, su aliento. A través de esas personas Dios mismo nos socorre, nos habla, nos anima...
            “Señor, tú eres el origen de todo bien. Gracias”
            “Haznos instrumentos de tu amor en el mundo”
Todo lo que somos y tenemos se lo debemos a Dios. Todo es gracia. Y entre todas las gracias hay una especial, que destaca por encima de otras: Jesucristo. Jesucristo es Dios mismo, que se nos da como pan para saciar nuestra hambre.
            “No sólo nos das cosas, Señor, Tú mismo te nos entregas. Gracias”
            “Ensancha nuestra generosidad, ayúdanos a entregar la vida”
            “Perdona nuestra falta de gratitud y de generosidad”


Señor, tenemos hambre y sed...
de amor, de esperanza, de alegría, de entrega...
y Tú nos dices: Yo soy el pan de Vida, Tomad y comed gratis.
La oración en un banquete, la Eucaristía es una fiesta;
servir a los pobres y trabajar en tu viña, un regalo increíble.

Pero ponemos excusas:
somos demasiado jóvenes o demasiado viejos,
tenemos mucho que estudiar o mucho que divertirnos,
el trabajo ocupa todo nuestro tiempo,
hoy no puedo, tengo prisa, quizá mañana.

¿Qué nos pasa, Señor?
Tenemos sed y no bebemos el agua más fresca.
Tenemos hambre y no comemos el pan más tierno.
Tenemos frío y no nos acercamos al fuego que no se apaga.
Nos sentimos solos y no nos dejamos acompañar por Ti.

Señor, te pido que, al menos hoy, no te ponga excusas
y me acerque a Ti, sin miedos, sin reservas, sin prisas.
Que al menos hoy acepte el pan de tu amor y el vino de tu alegría.
Que al menos hoy sepa servir a quien me necesite.
Que al menos hoy sepa compartir la alegría de ser tu hijo.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 4 de agosto de 2018

Sábado 4 de agosto

Sábado de la 17ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 14, 1-12

En aquel tiempo oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús, y dijo a sus ayudantes: "Ese es Juan Bautista que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los Poderes actúan en él". Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado por motivo de Herodías, mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: "Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista". El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron y fueron a contárselo a Jesús.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Frente al “cada uno que haga lo que quiera”, Juan Bautista denuncia el pecado: Herodes estaba conviviendo con Herodías, esposa de su hermano Felipe. Y el profeta no se calla, aunque sea peligroso para él. Un pecado grave no sólo hace daño a los que lo cometen, perjudica a toda la comunidad.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Herodías tenía a Juan entre ceja y ceja. Aprovecharía cualquier ocasión para acabar con él. ¿No hacemos a veces nosotros cosas semejantes? Si alguien nos dice algo que nos sienta mal, aunque sea verdad, nos duele y a veces esperamos la ocasión para vengarnos.
Herodes jura un despropósito y después no es capaz de rectificar, por miedo a quedar mal. ¡Cuantas veces somos esclavos de nuestros errores!
Pedimos perdón y fuerza para superarnos.
Damos gracias por saber perdonar y rectificar.

Señor, enséñanos a encajar la cruz de cada día; la cruz que exige el amor a los que más sufren y a todas las personas; la cruz que conlleva la lucha por la verdad, por la justicia, por la paz; la cruz que nos viene cuando somos fieles a Ti y a tu Evangelio.

Estas cruces nos resultan pesadas, Señor, pero sufrimos más cuando nos encerramos en nosotros mismos, cuando somos testarudos, egoístas y nos dejamos llevar por la envidia o el rencor.

Señor, danos sabiduría para tener siempre presente que la cruz por amor merece la pena, nos hace más humanos, nos acerca a Ti y da vida a cuantos nos rodean. En cambio, el sufrimiento que nos trae el pecado es más grande y enteramente inútil.

Señor, enséñame a sufrir como tú y contigo.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 3 de agosto de 2018

Viernes 3 de agosto

Viernes de la 17ª semana de tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 13, 54-58

En aquel tiempo fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada: "¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?".Y aquello les resultaba escandaloso.
Jesús les dijo: "Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta". Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Jesús es rechazado como profeta en su propia tierra, entre los más próximos. ¿Cómo recibimos nosotros a los profetas? ¿Cómo recibimos a los profetas de nuestra tierra, de nuestra familia, de nuestro lugar de trabajo?
            “Enséñanos a reconocer tu voz en las personas más cercanas”
            “Que sepamos acoger la verdad, venga de donde venga”


Si tratamos de decir la verdad, si denunciamos las injusticias, si anunciamos el Evangelio, recibiremos el mismo trato que recibió Jesús en su pueblo. ¿Estamos dispuestos?
            “Danos un Espíritu fuerte para ser fieles,
             para ser testigos del Evangelio en nuestros ambientes,
             aunque no se entienda, aunque nos critiquen.
             Gracias por las personas que son capaces de dar la vida
             en la misión de anunciar tu Reino y luchar contra el mal”


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La fe es abandonarse total y confiadamente en manos de Dios, sin esperar a verlo todo claro.
Auméntanos la fe.

La fe es depositar la propia vida en manos del auténtico Señor: Dios. Saber, aceptar y reconocer la propia pequeñez.
Auméntanos la fe.

La fe es el salto libre del trapecista en el vacío, seguro de encontrarse con las manos de Amigo.
Auméntanos la fe.

La fe es poner a Dios como único absoluto de la propia vida.         
Auméntanos la fe.

La fe es la brújula que orienta la vida, que la pone de cara al "norte", de cara a la felicidad y la justicia, de cara a Dios.
Auméntanos la fe.

La fe es abrirse a hacer la voluntad de Dios, que busca siempre nuestro bien y felicidad.
Auméntanos la fe.

La fe es atreverse cada día a tocar a Dios, seguros de que Él nos dará su fuerza.
Auméntanos la fe.

La fe es poner en manos de Dios los problemas de las personas que amamos y, a la vez, ponerse manos a la obra para solucionarlos.
Auméntanos la fe.

La fe es aceptar a Dios como respuesta, no siempre fácil ni evidente, a los interrogantes del ser humano.
Auméntanos la fe.

La fe es soñar despierto, arriesgar la vida, vivir en un sano inconformismo; es saber amar y esperar que es posible lo imposible.
Auméntanos la fe.

Fe es creer en la fuerza del débil, en el poder transformador de la oración, en la “eficacia” de la acción que sólo Dios ve.
Auméntanos la fe.

La fe es la llave que abre nuestro corazón para que Dios pueda curarlo y trasformarlo, llenarlo de de alegría, de compasión y de amor.
Auméntanos la fe.

Fe es esperar que después de cada noche amanece un nuevo día; que tras la muerte nos una Vida Nueva.
Auméntanos la fe.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 2 de agosto de 2018

Jueves 2 de agosto

Jueves de la 17ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San San Mateo 13, 47‑53

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
El Reino de los Cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
—¿Entendéis bien todo esto?
Ellos le contestaron:
—Sí.
El les dijo:
—Ya veis, un letrado que entiende del Reino de los Cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.
Cuando acabó estas parábolas, partió de allí.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús nos anuncia una buena noticia, una noticia cargada de esperanza para todos los hombres, pero también nos advierte de las consecuencias de una existencia vivida desde el egoísmo, desde la mentira, desde el pecado. Si vivimos así, sufriremos el horno encendido del sinsentido, de la desesperanza, de la tristeza...

Dices que soy manantial y no vienes a beber.
Dices que soy vino gran reserva y no te embriagas.
Dices que soy suave brisa y no abres tus ventanas.

Dices que soy luz y sigues entre tinieblas.
Dices que soy aceite perfumado y no te unges.
Dices que soy música y no te oigo cantar.

Dices que soy fuego y sigues con frío.
Dices que soy fuerza divina y estás muy débil.
Dices que soy abogado y no me dejas defenderte.

Dices que soy consolador y no me cuentas tus penas.
Dices que soy don y no me abres tus manos.
Dices que soy paz y no escuchas el son de mi flauta.

Dices que soy viento recio y sigues sin moverte.
Dices que soy defensor de los pobres y tú te apartas de ellos.
Dices que soy libertad y no me dejas que te empuje.

Dices que soy océano y no quieres sumergirte.
Dices que soy amor y no me dejas amarte.
Dices que soy testigo y no me preguntas.

Dices que soy sabiduría y no quieres aprender.
Dices que soy seductor y no te dejas seducir.
Dices que soy médico y no me llamas para curarte.

Dices que soy huésped y no quieres que entre.
Dices que soy fresca sombra y no te cobijas bajo mis alas.
Dices que soy fruto y no me pruebas.

Florentino Ulibarri

Un letrado que acoge el mensaje de Jesús, no desprecia todo lo anterior, ni se refugia en el pasado, temiendo cualquier novedad. Pidamos a Dios que en nuestros pueblos, en nuestras familias y en nuestra propia vida, llevemos adelante esta filosofía: valorar el pasado crítica y agradecidamente y afrontar la novedad del futuro con confianza y prudencia.

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Miércoles 1 de agosto

Miércoles de la 17ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 13, 44-46

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Cada persona tiene su forma de valorar lo que tiene y lo que no tiene:
-          Hay cosas que no nos gustan
-          Otras nos parecen buenas sin más
-          Nos gustaría tener algunas
-          Hay cosas por las que estamos dispuestos a hacer un esfuerzo
-          Finalmente, hay tesoros, por los que estaríamos a dar todo lo que tenemos.
¿Qué lugar ocupa en tu corazón y en tu vida la fe, la oración, el compromiso por los necesitados, la comunidad cristiana, la familia...? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

            “Señor, hazme descubrir el valor de la amistad que me ofreces,
             inclina mi corazón a las cosas que de verdad son importantes
             no dejes que entregue mi vida a causas que no merezcan la pena.
             Gracias por el tesoro de la fe, de la oración, de la amistad...
             Hazme capaz de darlo todo por la perla preciosa del Evangelio”

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Señor, la vida está llena de encrucijadas,
llena de caminos que se abren a mi paso,
aunque a veces no soy consciente
y elijo sin pensar, sin darme cuenta,
dejándome llevar por la rutina, por la pereza,
por la prisa, por lo que otros esperan de mí…

Ayúdame a valorar la libertad que me diste
y a utilizarla con responsabilidad;
a rechazar lo malo y elegir lo bueno,
a desenmascarar la mentira y buscar la verdad,
a desechar el rencor y optar por el perdón,
a descartar una vida cerrada a los demás
y construir una vida compartida y entregada.
a vencer al egoísmo y escoger el amor.

Dame luz para encontrar el tesoro escondido,
y valor para renunciar a cuanto me aleje de él.
Ayúdame a escoger, entre lo bueno, lo mejor,
el camino que más me ayude a crecer y ser feliz,
el camino en el que sirva más y mejor,
el camino que me acerque más a ti y a tu amor.

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Te tengo y no te tengo
porque, creyendo en tu palabra,
renuncié a poseer cosas y personas
en mi casa, en mi corazón y en mis entrañas.

Y ahora que vivo así,
huérfano de propiedades,
yermo de posesiones,
sin redes, sin cadenas, sin ventosas,
sin paredes, cárceles y murallas,
sin presiones, sin estafas, sin trampas,
es cuando más rico me encuentro
y más libre me siento
para agarrarte y agarrarme,
para retenerte y retenerme
en este espacio vacío
que es mi casa, mi corazón y mis entrañas,
y que Tú habitas libremente
con ternura infinita, humana y divina,
desde que existe.

Y así, a la contra como quien dice,
la fe empieza a invadirme
por todos los poros, vías y heridas;
y yo me dejo llevar por tu brisa, huellas y melodía
a un encuentro sorprendente.

Gracias porque es posible tenerte y retenerte,
y por tenerme y retenerme
a tu manera, Señor.

¡Esto es un tesoro que merece la pena!

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.