lunes, 11 de junio de 2018

Lunes 11 de junio

Lunes de la 10ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 5, 1-12

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la Tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán «los Hijos de Dios».
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Dios quiere que seamos dichosos, bienaventurados, felices... No podía ser de otra forma: es nuestro Padre y nos quiere con locura. Cada día se acerca a ti para hacerte feliz, a través de la Iglesia, de cualquier persona, en un momento de oración, de mil formas distintas
            “Gracias, Señor, porque buscas mi felicidad”
            “A veces te veo como un estorbo para ser feliz.
             Transforma mi corazón y mis pensamientos”

Dios quiere nuestra felicidad, pero ¡cuidado! No nos engañemos. Es una felicidad muy distinta de la que nos ofrece mundo. La felicidad del mundo es incompatible con el esfuerzo, con la pobreza, con la persecución... Esta felicidad huye cuando nos falta la salud, la riqueza... Es demasiado pequeña y frágil para llenar nuestro corazón.

La felicidad de Dios pasa por el sufrimiento, por la lucha por la justicia y por la paz, no se arruga ante la incomprensión, el insulto, la calumnia... ni siquiera ante la enfermedad y la muerte.
La felicidad de Dios se construye sobre la fe, la esperanza y el amor. Y es la única que realmente sacia nuestra sed de plenitud.
¿Qué felicidad buscas? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Jesús, gracias por mostrarnos, con tu palabra y tu vida, el camino de la bienaventuranza, de la felicidad más grande.

Gracias por recorrer el camino de la pobreza. Fuiste pobre, pobre material y el pobre de espíritu. Naciste pobre, fuiste reconocido y seguido por los pobres, viviste como un trabajador, no tuviste donde reclinar la cabeza, moriste sin nada y tu corazón estatu y está abierto en plenitud al Padre.

Gracias por recorrer el camino de la mansedumbre. Tu dulzura cautivaba a tus amigos y tu fortaleza aterraba a tus enemigos. Tu dulzura atraía a los niños y tu seriedad desconcertaba a Pilato y Herodes. Los enfermos te buscaban, los pecadores se sentían perdonados sólo con verte. Consolabas a los que sufrían, perdonabas a los que te crucificaban. Sólo el demonio y los hipócritas te temían. Fuiste la misma mansedumbre, es decir: una fortaleza que se expresa dulcemente.

Gracias por recorrer el camino de las lágrimas. Pero no las malgastaste en llantos inútiles. Lloraste por Jerusalén, por la dureza de quienes no sabían comprender el don de Dios que estaba entre ellos. Lloraste después lágrimas de sangre en Getsemaní, por los pecados de todos los hombres. Entendiste mejor que nadie que alguien tenía que morir para que el Amor fuera amado.

Gracias por recorrer el camino de la justicia. Tuviste hambre de justicia, sed de la gloria del Padre. Te olvidabas incluso de tu hambre material cuando experimentabas el hambre de esa otra comida que era la voluntad del Padre. En la cruz gritaste de sed. Y no de agua o vinagre.

Gracias por recorrer el camino de la misericordia. Toda tu vida fue un despliegue de misericordia. Tú eres el padre del hijo pródigo y el pastor angustiado por la oveja perdida. Todos tus milagros brotaban de la misericordia. Tu alma se rompía cuando te encontrabas con aquellas multitudes que vivían como ovejas sin pastor.

Gracias por enseñarnos y recorrer el camino de la pureza. Tu corazón era tan limpio que ni tus propios enemigos encontraban mancha en ti. Eres la pureza y la verdad encarnadas. Eres el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso eres verdaderamente el Hijo de Dios.

Gracias por recorrer el camino de la Paz. Eres la paz. Viniste a traer la paz a la humanidad, a reparar la grieta belicosa que había entre la humanidad y Dios. Los ángeles gritaron «paz» cuando naciste, y fuiste efectivamente paz para todos. Al despedirte dijiste: «La paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 17, 27).

Gracias por recorrer el camino de la cruz. Fuiste perseguido por causa de la justicia y por la justicia inmolado. Fuiste demasiado sincero, demasiado honesto para que tus contemporáneos pudieran soportarte. Y moriste.

Y, porque fuiste pobre, manso, limpio y misericordioso, y porque lloraste y tuviste hambre de justicia, porque sembraste la paz y fuiste perseguido, por todo ello, en Ti se inauguró el reino de Dios. Por eso, más allá de la cruz y la sangre, en tu rostro y en tu vida brilló la luz de la verdadera alegría, de la bienaventuranza.

Danos fuerza para avanzar con decisión, entrega y esperanza por el camino que tú recorriste.

Adaptación de un texto de José Luis Martín Descalzo.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 10 de junio de 2018

Domingo 10 de junio

Domingo de la 10ª semana del t.o.B
 
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 3, 20-35

En aquel tiempo volvió Jesús a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Unos letrados de Jerusalén decían:
–Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.
El los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones:
–¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil, no puede subsistir; una familia dividida, no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo:
–Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.
Les contestó:
–¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y paseando la mirada por el corro, dijo:
–Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús, con sus palabras y obras, desconcierta, hace pensar, se convierte en una persona molesta. Y quieren retirarlo de la circulación. ¿Cómo? Difundiendo el rumor de que estaba loco; diciendo que está poseído por un demonio.



En vez de abrirse a la novedad que trae Jesucristo, cierran su corazón. No pueden recibir el amor de Dios, que cura, perdona, acompaña, salva... Eso es blasfemar contra el Espíritu.

Señor, abre mi corazón
a tu palabra y a tu amor.

Estar abierto es, ante todo,
salir de uno mismo.
Romper la coraza del egoísmo
que intenta aprisionarnos
en nuestro propio yo.

Estar abierto es dejar de dar vueltas
alrededor de uno mismo.
Como si ese fuera
el centro del mundo y de la vida.

Estar abierto es no dejarse encerrar
en el círculo de los problemas
del pequeño mundo al que pertenecemos.
Cualquiera que sea su importancia,
la humanidad es más grande.
Y es a ella a quien debemos servir.

Estar abierto no es devorar kilómetros,
atravesar los mares
o alcanzar velocidades supersónicas.
Es ante todo
acoger a los otros,
descubrirnos, ir a su encuentro.
escuchar nuevas ideas,
incluso a las que se oponen a las nuestras.
Es tener el aire de un buen caminante.

Señor, abre mi corazón
a tus hijos, mis hermanos,
a tu palabra y a tu amor.


Jesús te invita a pertenecer a su familia: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. ¿Aceptas? ¿Quieres formar parte de esta familia de "locos"?

Jesús, envíanos locos que se comprometan a fondo,
que amen con algo más que con palabras,
que entreguen su vida hasta el fin.
Hazme loco, apasionado, imprudente, capaz de riesgo,
ilusionado para empezar algo nuevo,
preparado para el salto a la inseguridad,
entregado a la causa de los pobres,
dispuesto a seguirte sin cálculos ni medidas...


Dame tu Espíritu.
Tus locuras son grandes paradojas, Señor.
Comprometerme en el presente,
por un futuro que no veré en esta vida.
Ser aliado del Dios parcial de los pobres
por una causa que es universal.
Luchar por la justicia
en el combate no-violento de la paz.
Defender los derechos humanos de todos
desde la opción partidista por los pobres.
Ser amigo de la alegría, la fiesta, el entusiasmo,
desde la decisión de renuncia y sacrificio.


Dame tu Espíritu.
Hazme loco de la vida evangélica,
acostumbrado a contentarse con poco,
amante de la pobreza solidaria,
dispuesto a cualquier tarea,
capaz de fraternidad y equipo,
preparado para romper moldes,
libre y disponible, obediente y agresivo, tierno y fuerte,
llevado por tu Espíritu sin leyes ni fronteras.


Dame tu Espíritu, Señor, hazme loco...


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 9 de junio de 2018

Sábado 9 de junio

Sábado de la 9ª semana de tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía: ¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.
Esos recibirán una sentencia más rigurosa.
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie.
Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús se fija en las actitudes de las personas. Algunos buscan los primeros puestos en los banquetes, buscan los asientos de honor, que les hagan reverencias por las calles, y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.
Pedimos perdón porque también vivimos actitudes semejantes. Invocamos al Espíritu para que nos conceda fuerza para superarlas.

Y se fija también en esa pobre viuda, que echó una miseria en el cepillo del templo. Era todo lo que tenía para vivir.

Bendito seas
por tantas personas sencillas y buenas
que viven y caminan con nosotros
haciéndote presente cada día
con rostro amigo de padre y madre.

Bendito seas
por quienes nos aman sinceramente,
y nos ofrecen gratuitamente lo que tienen
y nos abren las puertas de su amistad,
sin juzgarnos ni pedirnos cambiar.

Bendito seas
por las personas que contagian simpatía
y siembran esperanza y serenidad
aún en los momentos de crisis y amargura
que nos asaltan a lo largo de la vida.

Bendito seas
por quienes creen en un mundo nuevo
aquí, ahora, en este tiempo y tierra,
y lo sueñan y no se avergüenzan de ello
y lo empujan para que todos lo vean.

Bendito seas
por quienes aman y lo manifiestan
y no calculan su entrega a los demás,
por quienes infunden ganas de vivir
y comparten hasta lo que necesitan.

Bendito seas
por las personas que destilan gozo y paz
y nos hacen pensar y caminar,
y por las que se entregan y consumen
por hacer felices a los demás.

Bendito seas
por las personas que han sufrido y sufren
y creen que la violencia no abre horizontes,
por quienes tratan de superar la amargura
y no se instalan en las metas conseguidas.

Bendito seas
por quienes hoy se hacen cargo de nosotros
y cargan con nuestros fracasos
y se encargan de que no sucumbamos
en medio de esta crisis y sus ramalazos.

Bendito sea
por tantos y tantos buenos samaritanos
que detienen el viaje de sus negocios
y se paran a nuestro lado a curarnos,
y nos tratan como ciudadanos y hasta hermanos.

Bendito seas
por haber venido a nuestro encuentro
y habernos hecho hijos queridos,
que podemos contar contigo y con tantos hermanos
a pesar de nuestra torpeza y orgullo.

Florentino Ulibarri

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Gracias, Señor, por los pobres que nada tienen y aún reparten,
por las personas que pasan sed y agua nos dan,
por los débiles que a su hermano fortalecen,
por los que sufren y comparten su consuelo,
por los que esperan y contagian su esperanza,
por los que aman aunque el odio les acorrale.

Gracias, Señor,
cuando crece la alegría y nos inunda,
cuando dicen nuestros labios la verdad,
cuando amamos el sentir de los sencillos,
cuando abunda el bien y llena los hogares,
cuando un hombre donde hay guerra pone paz,
cuando hermano le llamamos al extraño.

Gracias, Señor, por estos milagros que suceden cada día,
sin que a veces nos demos cuenta.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 8 de junio de 2018

Viernes 8 de junio

Sagrado Corazón de Jesús B

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 19, 31‑37

En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.

El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» 

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El corazón representa la sede de los sentimientos. Hoy queremos adentrarnos en las profundidades del corazón de Jesús, queremos conocer y saborear un poco mejor sus sentimientos, para que los nuestros sean cada vez más parecidos a los suyos.

El corazón de Jesús no se contenta con el lamento, es un corazón capaz de movilizar las piernas, de agudizar la visión, de poner en marcha la cabeza. para aliviar cargas, agobios, cansancios... El amor de Jesús es creativo, imaginativo, busca el camino más adecuado, no retrocede cuando se acerca la cruz.

¿Qué sentimientos ocupan tu corazón? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¿Cómo es tu amor? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?


El Evangelio nos invita a mirar a Jesús, a mirarlo atravesado en la cruz…

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque tú no me juzgas, no me rechazas, ni me exiges nada. Sólo me esperas a la puerta, para que cuando regrese, siempre la encuentre abierta.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque sólo el que ama y recibe al otro, perdona de verdad y tú me aceptas y me quieres tal como soy.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón y en ella sana la herida de mi alma, porque tus ojos cicatrizan las huellas de mis culpas y debilidades.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque te colocas junto a mí,  junto a mis heridas, junto a mi dolor.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro amor, compasión,  calor que quema y apaga mi culpa y mi dolor.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro perdón, palabra de aliento, caricia de brisa suave, abrazo de comprensión.

Jesús, tu mirada me libera del peso de mi culpabilidad, de la condena de mis faltas, del rechazo de mis maldades.

Jesús, tu mirada me purifica y tu corazón me santifica y me sana. Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 7 de junio de 2018

Jueves 7 de junio

Jueves de la 9ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: El primero es: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser».
El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
No hay mandamiento mayor que éstos.
El letrado replicó: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie se abrevió a hacerle más preguntas.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Para responder a la pregunta de aquel escriba, Jesús une dos textos perdidos en el mar de leyes del Antiguo Testamento. Toma primero unas palabras del Deuteronomio 6,4-5: “Amarás a Dios tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y a continuación une un fragmento de Levítico 19,18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Para Jesús amar a Dios, amar al prójimo y amarse a uno mismo no es incompatible. Todo lo contrario. El amor es indivisible: cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, amamos mejor a los hermanos y a nosotros mismos. Y, por supuesto, cuando amamos a los hermanos, crece nuestra capacidad de amar a Dios.

Si me olvido del amor y de la justicia,
me separo de Ti, Dios mío,
y todo lo que haga, aunque te lo ofrezca,
no puede agradarte.
Mi culto es paja e idolatría

Si me olvido de tu mandato,
de amarte con todo mi ser y fuerzas
y de amar al prójimo de igual manera,
¿de qué me sirven mis saberes,
títulos y creencias?

Si me olvido de tus tiernas preferencias,
¿de qué me sirve lo demás?,
¿dónde pongo mi centro, eje y meta?
Me pierdo sin remedio.
Soy persona hueca y vacía.

Aunque me haga a holocaustos y sacrificios,
penitencias, rezos y obediencias,
no estaré mas cerca de tu casa solariega.
Sólo tu mandato de amarte y amarnos
es senda clara y segura.

Para creer en Ti
necesito creer en el amor y la justicia,
en tus tiernas preferencias.
Y vale mucho más creer en estas cosas
que pronunciar o adorar tu nombre con osadía.

Fuera del amor y de la justicia,
de tus tiernas preferencias,
es imposible que yo, con mi historia,
aunque te llame Padre y me considere hijo,
pueda llegar a tu casa solariega..

¡Llévame por tus sendas y caminos
aunque me haga el torpe,
me despiste
o resista!!

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 6 de junio de 2018

Miércoles 6 de junio

Miércoles de la 9ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 12, 18-27

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano» Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
Jesús les respondió: Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios.
Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: «Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob»? No es Dios de muertos, sino de vivos.
Estáis muy equivocados.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Cuando no estamos abiertos a la verdad, cuando queremos defender nuestras ideas a toda costa, cuando queremos ridiculizar las posiciones de los otros, somos capaces de utilizar los argumentos más absurdos, como los saduceos.
            “Señor, enséñanos a estar siempre abiertos a la verdad”
            “Perdona y cura, Señor, nuestras cabezonerías”
            “Enséñanos a respetar a todos, a aprender de todos”

Es Dios de vivos, no de muertos. Es el Dios de la vida, el Dios que da la vida a todo ser, el Dios que da su vida para que todos disfruten la vida eterna...
Y nosotros, hijos del Dios de la vida, estamos llamados a ser defensores y promotores de la vida, de las vidas más amenazadas, de la vida de los pobres, niños (hayan nacido o no), enfermos, ancianos...
            “Señor, gracias por el don de la vida”
            “Gracias por darnos tu vida”
            “Haznos defensores valientes de la vida”
            “Perdónanos los pecados contra la vida, contra nuestra vida”

Es Dios de las personas, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob... Es el Dios de tu pueblo, de tu familia... Es tu Dios. El Dios personal que establece relación con las personas, que acompaña, ama, seduce, anima, guía, perdona, salva, se comunica,... No es el relojero que un día echó a andar la maquinaria del mundo para olvidarse de él.
            “Gracias Señor por caminar a nuestro lado”
            “Gracias Por ser nuestro Dios, nuestro Padre, nuestro Amigo,
             nuestro Salvador, nuestro Guía.
            “Ayúdanos a cuidar las relaciones con las personas”

Gracias, Señor, porque al romper la piedra de tu sepulcro
nos trajiste en las manos la vida verdadera,
no sólo un trozo más de esto que los hombres llamamos vida,
sino la inextinguible,
la zarza ardiendo que no se consume,
la misma vida que vive Dios.

Gracias por este gozo,
gracias por esta Gracia,
gracias por esta vida eterna que nos hace inmortales,
gracias porque al resucitar inauguraste
la nueva humanidad
y nos pusiste en las manos estas vida multiplicada,
este milagro de ser hombres y más,
esta alegría de sabernos partícipes de tu triunfo,
este sentirnos y ser hijos y miembros
de tu cuerpo de hombre y Dios resucitado.

Martín Descalzo.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 5 de junio de 2018

Martes 5 de junio

Martes de la 9ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 12, 13-17

En aquel tiempo, mandaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta.
Se acercaron y le dijeron: Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en apariencias, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente.
¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Jesús, viendo su hipocresía, les replicó: ¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea.
Se lo trajeron.
Y él les preguntó: ¿De quién es esta cara y esta inscripción? Le contestaron: Del César.
Les replicó: Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios a Dios.
Se quedaron admirados.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Querían cazar a Jesús y comienzan la conversación echándole piropos. ¡Que peligrosas son las palabras cuando no responden a los sentimientos del corazón!
            “Transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne”
            “Señor, cura y perdona nuestra mentira”
            “Gracias porque tú no has venido a cazarnos, sino a salvarnos”

Dice un autor: “Grave error: di al Cesar lo que es de Dios y a Dios lo que es del Cesar”. Tenemos que reconocer que muchas veces caemos en esta equivocación. Ofrecemos a las cosas y a las personas el corazón entero, toda la vida. Y sin embargo a Dios le damos unas migajas.
Sólo Dios merece nuestro corazón. En el corazón está grabada su imagen mucho más profundamente que lo está la imagen del César en un denario.

También nosotros sabemos, Jesús, que Tú eres sincero,
que enseñas el camino que nos lleva a Dios,
el camino verdadero que nos da paz y felicidad.
Queremos escucharte hoy con un corazón atento,
con una voluntad decidida para recorrer tu camino.
Tú no nos engañas, Tú hablas con claridad.
Nos adviertes del peligro de construir mal nuestra vida
de ofrecer al César (a cualquier ídolo) lo de Dios
y a Dios lo que les corresponde a las cosas y a las personas.

Sin embargo, a veces nos engañamos, nos equivocamos:
te queremos contentar con unas monedas,
una oración, una reunión o un compromiso;
para que nos dejes tranquilos y no nos pidas más.
Y damos nuestro trabajo y nuestra vida a otros "dioses":
a las aficiones, a los caprichos, al placer,
al dinero, a la fama, a la moda o al poder;
diosecillos que nos exigen mucho y no dan nada bueno.

Para ser felices, hemos de agradecerte la vida que nos has dado
y corresponder al inmenso amor con que nos cuidas.
Por eso, queremos ofrecerte con amor la vida entera:
el tiempo de trabajo y de diversión,
el tiempo compartido con la pareja y con las amistades,
el tiempo que pasamos en el barrio y en la familia.

Y lo grande es que dándotelo todo, no perdemos nada,
ganamos todos, nosotros mismos y cuantos nos rodean.
Danos tu Espíritu para dar al César lo que es del César
y a Dios, nuestro Padre, la vida entera.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.