domingo, 11 de septiembre de 2016

Domingo 11 de septiembre

Domingo de la 24ª semana del t.o. C

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 15, 1-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos."
Jesús les dijo esta parábola: "Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:
¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta."
También les dijo: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse
el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."
Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."
El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.""

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Dios es el buen pastor que sale a buscar la oveja perdida, es la mujer que no descansa hasta que haya la moneda perdida, es el Padre que acoge siempre al hijo que vuelve.
¿Cuál es tu experiencia? ¿Cómo te ha buscado el Señor cuando te has perdido? ¿Has sentido la alegría del Señor cuando te ha recobrado?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

El hijo pequeño se aleja del Padre y pierde su vida. Llega a envidiar a los cerdos que se hartaban de bellotas... Y vuelve al Padre. Lejos del Padre no se puede ser feliz, no puedes vivir como hijo
¿Dónde buscas tu felicidad? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

¿Tienes sed de amor?
«Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba...» [Jn 7, 37]
Yo le saciaré y le llenaré.
¿Tienes sed de ser amado?,
te amo más de lo que te puedes imaginar…
hasta el punto de morir en la cruz por ti.


Tengo sed de ti.
Sí, esa es la única manera en que apenas puedo empezar a describir mi amor.
Tengo sed de ti.
Tengo sed de amarte y de que tú me ames.
Tan precioso eres para mí que Tengo sed de ti.

Ven a Mí y llenaré tu corazón y sanaré tus heridas.
Te haré una nueva creación y te daré la paz aun en tus pruebas.
Tengo sed de ti.
Nunca debes dudar de Mi Misericordia, de mi deseo de perdonarte,
de Mi anhelo por bendecirte y vivir Mi vida en ti,
y de que te acepto sin importar lo que hayas hecho.
Tengo sed de ti.
Si te sientes de poco valor a los ojos del mundo, no importa.
No hay nadie que me interese más en todo el mundo que tú.
Tengo sed de ti. Ábrete a Mí,
ven a Mí, ten sed de Mí, dame tu vida.
Yo te probaré lo valioso eres
para Mi Corazón.

Teresa de Calcuta


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Me amas como río que fluye
y me lleva dentro, en su corriente,
por cascadas, pozos, remansos y afluentes.

Me amas, invisible, cual el aire que respiro,
pero haciéndote presente como viento,
brisa, cierzo o huracán al instante.

Como la primavera que renace, así me amas
despertándome y seduciéndome
con tu savia, perfumes y flores.

Como el verano que abre horizontes
con su calor, luz, sueños y frutos,
entras en mi alma y vientre amándome.

Como el otoño tranquilo y maduro,
después de haberme vestido de colores,
me amas despojándome y serenándome.

Como el invierno que, en paz y silencio,
cubre de nieve cumbres, llanuras y valles,
así me amas siempre, sin cansarte.

Me amas como sutil lagartija
que busca luz, sol y calor febrilmente
recorriendo los entresijos de mi vientre.

Como ciervo que brama y corre veloz
a las fuentes de agua viva que calman su sed,
así me amas, alcanzas y sorbes.

Como pelícano que se entrega y desvive
por alimentar a su crías más débiles,
así me amas Tú, alimentándome.

Y a veces me amas como corzo arrogante
que, que en época de berrea, todos los días
suspira y reclama encontrarme y rozarme.

Me amas con un corazón desbocado
que se entrega sin importarle los riesgos
cuando percibe gemidos humanos.

Me amas con unos ojos que me traspasan,
desnudan y llevan, en armonía,
al primer paraíso y a la tierra prometida.

Me amas con tus entrañas tiernas y cálidas
que generan, dan y cuidan la vida anhelada,
siempre nueva, hermosa y, a la vez, desvalida.

Me amas al alba, entre trinos y danzas,
con la fuerza, la pasión y el mimo
de quien ha descansado y busca nuevos caminos.

Y, al atardecer, cansado y casi en silencio,
me abrazas más fuerte que la última vez,
porque tu amor es así y solo puede querer.

Así me amas y siento tu querer, una y mil veces,
en mi rostro, en mi mente, en mi vientre,
en mi corazón... ¡en todo mi ser!

Por eso no me extraña tu forma de comportarte:
que anheles mi vuelta a pesar de mis andanzas,
que otees el horizonte desde tu atalaya,
que me veas, a lo lejos, antes que nadie,
que se te enternezcan las entrañas,
que salgas corriendo a mi encuentro,
que me abraces con fuerza y llenes de besos...

Y tampoco me extraña tu anillo, traje y banquete,
y el que no dudes en acogerme como hijo,
pues no quieres renunciar a ser Padre.

Florentino Ulibarri


El hijo mayor no se separa del Padre. Trabaja en sus campos, duerme en la misma casa, come en su misma mesa, pero su corazón está muy muy lejos del Padre. Ser hijo se había convertido para él en un castigo.
Cuando rezamos, cuando vamos a la Eucaristía, cuando cumplimos nuestros compromisos, ¿dónde está nuestro corazón?
¿Cómo vivimos nuestra fe, con la alegría de sentirnos amados por Dios o como si fuera una carga pesada?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.