martes, 30 de abril de 2019

Martes 30 de abril

Martes de la 2ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 3,1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: "Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él." Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios." Nicodemo le pregunta: "¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?" Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Nicodemo fue a hablar con Jesús de noche. Era de noche porque no había nacido de nuevo, porque no había nacido del Espíritu. Era de noche, pero se acercó a la luz, a la Luz.
            “Aunque sea de noche en mi corazón, me acerco a Ti”
            “Que nunca me acostumbre a caminar a oscuras, Señor”

Nicodemo alaba a Jesús, pero Jesús no se deja halagar. Mas bien plantea al visitante nocturno un paso adelante: “hay que nacer de nuevo”. En nuestro camino de fe estamos llamados a avanzar siempre. No podemos detenernos. Tenemos tanto camino por recorrer...
            “Señor ¿por dónde tengo que avanzar?”
            “No dejes que me conforme con la mediocridad”

Nacer de nuevo. Nadie puede nacer por sí mismo. Necesita un padre y una madre: El Espíritu y el agua (los sacramentos). Tenemos que salir de la comodidad, acercarnos a los pobres, a la comunidad cristiana... para que nos dé el aire del Espíritu y podamos renacer.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Señor, me esfuerzo cada día por seguirte, aunque muchos de mi amigos pasen de Ti. Busco la verdad y la justicia, como Nicodemo.

Y Tú me pides algo desconcertante: "nacer de nuevo". ¿Nacer de nuevo a mi edad, Señor? ¡A duras penas consigo corregir mis defectos, como para "nacer de nuevo"! Pídeme, Señor, que comparta algo con los pobres. Pídeme, Señor, que asuma algún compromiso. Estoy dispuesto a hacer cosas por ti y por los demás.

Pero no me pidas "nacer de nuevo". No sé qué es "nacer de nuevo", No sé cómo podría "nacer de nuevo". Me resisto a "nacer de nuevo", aunque intuyo que ese es el verdadero camino. Rompe las rutinas, las seguridades, los apegos que no me dejan "nacer de nuevo". Ayúdame a entender que yo solo no puedo "nacer de nuevo". Nadie puede darse a luz a uno mismo. Sólo Tú, sólo tu Espíritu, sólo tu Amor pueden hacer posible que yo "nazca de nuevo". Ayúdame, Señor, a abrirte mi corazón de par en par. Ayúdame a dejarme conducir por tu Espíritu. Ayúdame a dejarme transformar por tu Amor.

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Sigue curvado sobre mí, Señor,
remodelándome,
aunque yo me resista.
¡Qué atrevido pensar que tengo yo mi llave!
¡Si no sé de mí mismo!
Si nadie, como Tú, puede decirme
lo que llevo en mi dentro.
Ni nadie hacer que vuelva
de mis caminos
que no son como los tuyos.

Sigue curvado sobre mí
tallándome
aunque, a veces, de dolor te grite.
Soy pura debilidad, -Tú bien lo sabes-,
tanta, que, a ratos,
hasta me duelen tus caricias.
Lábrame los ojos y las manos,
la mente y la memoria,
y el corazón,- que es mi sagrado-,
al que no Te dejo entrar cuando me llamas.

Entra, Señor, sin llamar, sin mi permiso.
Tú tienes otra llave, además de la mía,
que en mi día primero Tu me diste,
y que empleo, pueril, para cerrarme.
Que sienta sobre mí tu “conversión”
y se encienda la mía
del fuego de la Tuya, que arde siempre,
allá en mi dentro.
Y empiece a ser hermano,
a ser humano,
a ser persona.

Ignacio Iglesias, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 29 de abril de 2019

Lunes 29 de abril

Santa Catalina de Siena. 29 de abril

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San  11, 25-27

En aquel tiempo, Jesús exclamó: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar"

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús reza, da gracias por las maravillas que el Padre hace en el corazón de los sencillos, como Santa Catalina.  En el año 1353, cuando ella tenía 6, vive la primera experiencia sobrenatural. Desde ese día Catalina es una persona totalmente distinta. Parece que ya no vive para lo material sino sólo para lo espiritual. Por consejo de sus padres y ante la insistencia continua de su hermana, Catalina empieza a arreglase, vestir a la moda, a teñirse el pelo y a llenarse de coloretes. Tiene 12 años. Ante la muerte de su hermana, Catalina promete que no buscará más lo mundanal y material sino solamente lo espiritual y sobrenatural. Es lo que ella llamará su "conversión". Sus padres y hermanos que desean para ella un brillante matrimonio se dedican a hacerle insoportable esa vida de espiritualidad. En 1363 se hace Terciaria dominica. Fue necesario conseguir tres sacerdotes para confesar a los pecadores que iban a consultar a la santa. En 1376, el Papa, por influencia de Catalina, vuelve a Roma desde Avignon. El 29 de abril muere en Roma a la edad de 33 años.

Hoy Dios sigue haciendo milagros en la vida de muchas personas. Pedimos luz para descubrir y un corazón que sepa agradecer.

Dios quiere bendecir a todos, pero sólo los que tienen un corazón de pobre, humilde, sólo puede entrar en la vida de los que han apartado de su horizonte el orgullo, la autosuficiencia, la soberbia... Como diría San Pablo, la fuerza de Dios se muestra perfecta en nuestra debilidad.
            “Señor, haznos pobres y sencillos”
            “Gracias por mostrarnos la grandeza de lo pequeño"

Nos unimos a la oración de Jesús, que da gracias por la gente sencilla, que acoge y vive su Evangelio

Te doy gracias, Padre, de todo corazón
por los pobres que nada tienen y aún reparten,
por las personas que pasan sed y agua nos dan,
por los débiles que a sus hermanos fortalecen,
por los que sufren y comparten su consuelo,
por los que esperan y contagian su esperanza,
por los que aman, aunque el odio les rodee,
por los que se conmueven ante un amanecer,
ante un recién nacido, ante un gesto de amor.

Te doy gracias, Padre, de todo corazón,
por los humildes que piden y acogen tu perdón,
por los que se estremecen al escuchar tu Palabra,
por los viven con gratitud la posibilidad de dar la vida,
por los que se alimentan en el pan de la Eucaristia,
por los que saben apoyarse en sus hermanos,
por tus hijos que se emocionan al llamarte Padre.

Ayúdanos a crecer en sencillez y humildad,
a acoger agradecidos tu Palabra y tu amor.

Podemos alegrarnos y dar gracias por muchas cosas…

La fiesta, la música, la chispa, el éxito,
el acierto, el afecto,
el prestigio, lo entretenido,
las pequeñas comodidades,
un rato en buena compañía,
caer bien,
conocer gente,
tener amigos,
algún gesto de ternura,
un buen libro,
unas risas…
…todo esto, sí.

Pero hay más:
la gratitud, por tantas oportunidades,
los fracasos, que son escuela,
los errores, si nos hacen humildes,
la soledad, porque nunca es completa,
las etapas malas, que siempre terminan,
las batallas internas, porque estamos vivos,
los grandes ideales
que dan sentido a las grandes entregas,
la fe, a las duras y a las maduras,
y tantas historias cotidianas
en las que se gesta lo eterno.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 28 de abril de 2019

Domingo 28 de abril

Domingo de la 2ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros."
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo."
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor."
Pero él les contesto: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo."
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros."
Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente."
Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!"
Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto."
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Ninguno de los discípulos destacó por su credulidad en la resurrección del Señor. Y en el número 1 de la lista de los descreídos encontramos al bueno de Tomás. Necesitaba pruebas para creer y pruebas de categoría. A veces también nosotros somos así. No nos basta la fe, necesitamos comprobar todo.
            “¡Señor mío y Dios mío, haz crecer la semilla de mi fe”
            “Perdona nuestra falta de fe en tus palabras”
            “Ayúdame a comprender a los que les cuesta creer”

Es verdad que Jesús no siempre nos concede pruebas contundentes. Pero también es cierto que a veces nos brinda encuentros parecidos al de Tomás. En ocasiones Dios nos regala experiencias en los que sentimos su presencia de una forma especial.
            “Señor, gracias por manifestarte, por mostrarnos tu presencia”
            “Enséñanos Señor a recordar y revivir las experiencias de gracia”

Estas señales milagrosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en Él. Jesús nació, vivió, amó, sufrió, murió y resucitó para que todos tuviéramos vida, para que fuésemos felices, para dar sentido a nuestra vida... para salvarnos de todo pecado que nos aleja de la vida, para  liberarnos del miedo y de todo aquello que achata nuestra alegría.
            “Gracias, Señor, por buscar mi felicidad y la de todos”
            “Gracias por las personas que animan la vida del prójimo”
            “Dame fuerza para compartir la Vida con los que viven sin vivir”


Gracias, Señor, porque quisiste regresar de la muerte trayendo tus heridas. Gracias porque dejaste a Tomás que pusiera su mano en tu costado y comprobara que el Resucitado es exactamente el mismo que murió en la cruz.

Gracias por explicarnos que el dolor nunca puede amordazar el alma y que cuando sufrimos estamos también resucitando. Déjame que te diga que me siento orgulloso de tus manos heridas de Dios y hermano nuestro.
También a nosotros nos concedes el regalo de tocarte, de sentirte a nuestro lado. Ábrenos los ojos de la fe, para reconocerte resucitado en los hermanos, en las llagas de los pobres, en la Comunión. Abre nuestros brazos para acogerte con amor.

J. L. Martín Descalzo (adaptación)

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Dichoso tú, Tomás, que viste las llagas
y quedaste tocado;
te asomaste a las vidrieras de la misericordia
y quedaste deslumbrado;
palpaste las heridas de los clavos
y despertaste a la vida;
metiste tu mano en mi costado
y recuperaste la fe y la esperanza perdidas.
Pero, ¿qué hicieron después, Tomás, tus manos?

Ahora, ven conmigo
a tocar otras llagas todavía más dolorosas.

Mira de norte a sur,
de izquierda a derecha,
del centro a la periferia,
llagas por todos los lados:

Las del hambriento,
las del emigrante,
las del parado,
las del sin techo,
las del pobre pordiosero,
las de todos los fracasados. ¡Señor mío!

Las del discapacitado,
las del deprimido,
las del accidentado,
las del enfermo incurable,
las del portador de sida,
las de todos los marginados. ¡Dios mío!

Las del niño que trabaja,
las del joven desorientado,
las del anciano abandonado,
las de la mujer maltratada,
las del adulto cansado,
las de todos los explotados. ¡Señor mío!

Las del extranjero,
las del refugiado,
las del encarcelado,
las del torturado,
las de los sin papeles,
las de todos los excluidos. ¡Dios mío!

¿Quieres más pruebas, Tomás?
Son llagas abiertas en mi cuerpo
y no basta rezar: ¡Señor mío y Dios mío!
Hay que gritarlo y preguntar por qué;
hay que curarlas con ternura y saber;
hay que cargar muchas vendas,
muchas medicinas...
¡y todo el amor que hemos soñado!

¡Trae tus manos otra vez, Tomás!

Florentino Ulibarri

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La mañana del domingo
los discípulos estaban encerrados
sin salida.
El miedo a los judíos,
la traición al amigo,
el fracaso del proyecto,
la muerte implacable,
aprietan el pecho,
paralizan el cuerpo
y encierran la vida
como piedra de sepulcro.

La mañana del domingo
los discípulos estaban encerrados
sin entrada.
Jesús se hizo presente
y abrió de par en par
el miedo a la alegría,
la traición al encuentro,
el fracaso a la comunidad
y la muerte a la vida.

La mañana del domingo
los discípulos estaba tan cerrados
que nadie podía entrar,
ni ellos salir de sí mismos.
Jesús rompió los cerrojos
de la puerta y del espíritu.
Con luz de resurrección
se abrieron unos a otros,
y ante la comunidad de testigos
se abrió a la vida nueva
toda Jerusalén cerrada
por órdenes del sanedrín
y por sellos imperiales.

Benjamín González Buelta, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 27 de abril de 2019

Sábado 27 de abril

Sábado de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 16,9-15

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El Evangelio de hoy es un resumen de los relatos con los que hemos ido rezando durante toda la semana.

Experimentar la presencia del Resucitado es maravilloso. María Magdalena y los que caminaban al campo lo han sentido. Pero ser testigos de la resurrección es muy duro: ¿qué hacer cuando se siente en el corazón la alegría más grande y nadie quiere dejarse llenar de ese gozo inmenso?
            “Señor, haznos testigos fieles de tu resurrección,
              aunque nadie crea que Tú vives,
              aunque nos sintamos incomprendidos, impotentes”

Id por todo el mundo y anunciad a todos la Buena Noticia. En cada aparición el resucitado envía a los discípulos a anunciar la Buena Noticia de la Resurrección. Anunciar la buena noticia requiere creerla, acogerla, vivirla y comunicarla con paciencia y humildad.
            “Envíame, Señor. Estoy dispuesto”
            “Que cada día crea y viva con más profundidad la Buena Noticia”

Seguimos pidiendo a Jesús que nos resucite, con Él, a una vida nueva.

Señor del amor verdadero,
pon tu luz en nuestras sombras,
pon tu paz en nuestras luchas,
pon tu voz en nuestros ruidos.

Pon armonía en nuestras diferencias,
pon sentido en nuestras preguntas,
pon ternura en nuestros juicios
y limpieza en cada proyecto.

Pon dignidad en nuestra mirada,
y libertad en nuestras certidumbres,
pon tu aliento en el bregar cotidiano,
y tu amistad en nuestros contrastes.

Pon, Señor, tu verdad en nuestras dudas.
Ponnos, Señor, contigo,
cuando buscamos tu evangelio
para este mundo.
Tú que eres el camino, la verdad, y la vida.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Tengo mis puertas y ventanas abiertas
para que entres en mis entrañas
y descoloques y centres mi corazón
en tus proyectos y ofertas.

Escucho, en silencio y con asombro,
el rumor de tantos ángeles humanos
que sugieren tu presencia y rostro
con sus gestos, hechos y abrazos.

Creo en tu creación manifiesta,
creo en tu promesa y esta tierra,
creo y gozo las primicias del Reino:
me siento tocado por tus obras y signos.

Acojo tu paz buena y gratuita
para no vivir con miedo y angustiado
ahora que te vas a la casa del Padre.
¡Y espero que vengáis a vivir conmigo!

Por eso, me dejo conducir por tus caminos
con tus regalos –gubia y Espíritu-
hacia esos lugares olvidados y rotos
para ser testigo de tus pasiones y mimos.

Así, aunque me encuentre perdido,
siento que mi vida tiene sentido
y me desborda la alegría de ser testigo
pobre y herido, pero bendecido.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 26 de abril de 2019

Viernes 26 de abril

Viernes de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
Juan 21,1-14

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar." Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo." Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?" Ellos contestaron: "No." Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis." La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor." Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: "Traed de los peces que acabáis de coger." Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: "Vamos, almorzad." Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús se aparece otra vez a sus discípulos. Y sin embargo, parece que es la primera. Les cuesta darse cuenta de que es el Señor. El primero que lo reconoce es Juan, el discípulo amado, el discípulo que permaneció fiel al pie de la cruz con María, el evangelista que más habla del amor. Los ojos del amor son los descubren la presencia del Señor, los que penetran hasta lo más profundo, lo que tienen más alcance.
            “Haznos, Señor, cada día más conscientes de tu Amor”
            “Cambia nuestro corazón de piedra por otro de carne”
            “Cura, Señor, nuestra ceguera para descubrirte”

Una de la cruz que más nos cuesta asumir es trabajar sin obtener resultados, faenar toda la noche sin pescar nada, comprometernos y no conseguir ni el objetivo más pequeño, tratar de educar y no dejar la más mínima huella... Parece que el trabajo, el compromiso y la cruz son inútiles,  sin sentido. Entonces la tentación se disfraza de sensatez y queremos abandonar la tarea, el trabajo, la misión.
La resurrección nos recuerda que no hay cruz sin vida, no hay compromiso sin resultado, no hay amor que se pierda sin dar fruto. Por eso, Jesús Resucitado nos anima a echar la red de nuevo.
¿Qué te dice Jesús? ¿Qué le dices?

Desde que tú te fuiste no hemos pescado nada.
Llevamos veinte siglos echando inúltimente las redes de la vida
y entre sus mallas sólo pescamos el vacío.
Vamos quemando horas y el alma sigue seca.
Nos hemos vuelto estériles
lo mismo que una tierra cubierta de cemento.
¿Estaremos ya muertos? ¿Desde hace cuántos años
no nos hemos reído? ¿Quién recuerda
la última vez que amamos?

Y una tarde tú vuelves y nos dices: «Echa tu red a tu derecha,
atrévete de nuevo a confiar, abre tu alma,
saca del viejo cofre las nuevas ilusiones,
dale cuerda al corazón, levántate y camina.»

Y lo hacemos, sólo por darte gusto. Y, de repente,
nuestras redes rebosan alegría,
nos resucita el gozo
y es tanto el peso de amor que recogemos
que la red se nos rompe, cargada
de ciento cincuenta nuevas esperanzas.

¡Ah, tú, fecundador de almas: llégate a nuestra orilla,
camina sobre el agua de nuestra indiferencia,
devuélvenos, Señor, a tu alegría!

J.L. Martín Descalzo

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Di con el corazón: Jesús es Señor.
Di con los labios: Jesús es Señor.
Grábalo en tus entrañas: Jesús es Señor.
Cántalo con tu voz: Jesús es Señor.
Anúncialo a los cuatro vientos: Jesús es Señor.
Pregónalo con fe y gozo: Jesús es Señor.

Jesús es Señor:
antorcha de libertad,
fuente de alegría,
viento de paz,
victoria sobre toda muerte;
estandarte en lo más alto de la tierra,
sol en las profundidades de nuestro ser,
meta de nuestro caminar,
compañero de vida y esperanzas...
que nadie podrá quitar.

Jesús es Señor:
de él brota la vida,
en él nuestra esperanza,
con él todo bien,
a él nuestro reconocimiento,
para él nuestra voluntad,
por él nuestra plenitud;
él nuestra justicia,
él nuestra salvación...
que nadie podrá quitar.

Jesús es Señor:
no hay más señores;
los señores del dinero y de la salud,
de las armas y de las leyes,
del poder y de los negocios,
de la democracia y de la razón de estado,
de la carne y del templo,
todos los príncipes de este mundo,
señores de las tinieblas,
están vencidos.

Jesús es Señor,
el único Señor,
el Crucificado,
el perfumado,
el que deja el sepulcro vacía,
el que nos preceda a Galilea,
el que vive y el que nos hace vivir;
el que nos cura y salva,
el que recrea nuestra esperanza,
ayer, hoy y siempre.

Jesús es mi Señor,
No hay otros señores.
Jesús es nuestro Señor.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 25 de abril de 2019

Jueves 25 de abril

Jueves de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24,35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros." Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: "¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo."
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿Tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse." Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

¡Cuánto cuesta a los discípulos creer en la resurrección del Maestro! Los que caminaban a Emaús cuentan al resto lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Sin embargo, se aparece Jesús y ellos, llenos de miedo, creían ver un fantasma, no acababan de creerlo.
            “Nos cuesta creer en la resurrección. Danos fe, Señor”

¡Paz a vosotros! Es el saludo del Resucitado. Es el don que Dios nos hace en Pascua: paz para nuestro corazón, paz para las familias, los pueblos, el mundo entero, un don que tenemos que pedir y acoger.
            “Señor, resucítanos de toda forma de injusticia y violencia”
            “Entra Señor en nuestra vida. Haznos pacíficos y pacificadores”

Les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras. Las Escrituras hablan de la pasión y muerte de Jesús, hablan también de nuestra vida, de nuestros sufrimientos y alegrías.

No se anuncia.
No se le espera.
Nadie lo ve ni oye.

Pero, poco a poco,
todos lo notan,
porque se pone en medio
y nos saluda a su estilo,
como siempre:
Paz a vosotros.

Es la magia del Dios que nos ama.
Jesús de Nazaret
ya está presente.
Nada puede detenerlo.
Atraviesa puertas y ventanas,
derriba muros y vallas,
se cuela por poros y brechas,
transforma a las personas,
recrea todas las cosas,
renueva la tierra y la historia.

Es la magia del Dios que nos ama.
Y aunque la duda se instale
en nuestro corazón y mente,
él sigue adelante
mostrándonos sus llagas
de dolor, pasión y amor.
pues lo suyo es compartir
con amigos y desilusionados
lo mejor que tiene y trae:
la esperanza del reino ya presente.

Es la magia del Dios que nos ama.
Basta y sobra un gesto de vida:
buscar la misma longitud de onda,
asomarse a las ventanas,
desempolvar las sandalias,
entrar en su cauce,
seguir su estela desconcertante,
prenderse de sus llagas...
dejarse azotar por su palabra...
y caminar alegre y sin nada.

Es la magia de los que aman.
Y todo se renueva.
Jesús de Nazaret ha resucitado.
Nosotros somos testigos de estas cosas.
Es la magia del Dios que nos ama
y resucita.

Florentino Ulibarri
 

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A veces iré distraído
y a mi vera serás
peregrino ignorado.

Tú hazte notar.
Puede que vaya
sumido en fracasos,
rumiando derrotas,
lamentando golpes,
arrastrando penas
sin ver el sol radiante,
la vida que bulle,
tu manos tendidas.

Tú toca mi hombro
e importúname.

Acaso perdido en palabras
no escuche Tu voz
desvelando lo escrito
en el cielo, en la historia,
en el acontecer de cada día.

Tú grita.
Quizás no te lo pida,
no te abra la puerta,
ni me de cuenta
del hambre
que nos atenaza.
Pero Tú quédate.

Tal vez, al conocerte,
te quiera retener
en mi casa, a mi mesa
apresando el instante.
Tú te irás de nuevo,
dejando en mi pecho
el fuego de mil hogueras,
y la alegría del reencuentro.

José María Rodríguez Olaizola sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 24 de abril de 2019

Miércoles 24 de abril

Miércoles de la 1ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 24, 13-35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo: "¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?" Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: "¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?" Él les preguntó: "¿Qué?" Ellos le contestaron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron."
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?" Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída." Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: "Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón." Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Iban caminando entristecidos. El Resucitado se les acercó. Les preguntó. Y ellos le cuentan la razón de su tristeza: la muerte de Jesús de Nazaret. Se desahogan.
            “Señor, yo también te presento mis tristezas y preocupaciones”
            “Ayúdame a acercarme al que sufre y a escuchar su dolor”
            “Ayúdame a reconocerte en los que caminan a mi lado”

Después de escuchar, Jesús habla y comienza a explicarles desde la Palabra de Dios todo lo ocurrido. La Palabra de Dios es una luz que ilumina la vida entera y especialmente las zonas más oscuras de la existencia.
            “Señor, tu Palabra me da vida, esperanza, alegría”
            “Señor, dame sabiduría para explicar tu Palabra”
            “A veces no quiero escucharte. Perdóname”

Invitan a Jesús y Él se quedó con ellos. Y lo reconocieron cuando, sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Aquella fue la primera eucaristía celebrada por el Resucitado con los suyos.
            “Señor, te has quedado entre nosotros. Gracias”
            “Gracias por partir el pan de tu vida en cada Eucaristía”
            “Perdona Señor mi falta de amor a la Eucaristía”.

Toca seguir caminando,
más allá de la sombra y la duda,
más allá de la muerte y el miedo,
bebiendo palabras prestadas,
confiando en las fuerzas ajenas
si acaso las propias se gastan.

Toca seguir caminando,
acoger al peregrino,
relatar tu historia,
escuchar la suya
aliviar tristezas,
compartir mesa y vida.

Toca seguir caminando
con los ojos abiertos,
para descubrir al Dios vivo
que nos sale al encuentro
hecho amigo, pan y palabra.
En marcha, pues…

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Lo mismo que los dos de Emaús aquel día
también yo marcho ahora decepcionado y triste
pensando que en el mundo todo es muy fuerte y fracaso.
El dolor es más fuerte que yo,
me acogota la soledad y digo
que tú, Señor, nos has abandonado.
Si leo tus palabras me resultaron insípidas,
si miro a mis hermanos me parecen hostiles,
si examino el futuro sólo veo desgracias.
Estoy desanimado. Pienso que la fe es un fracaso,
que he perdido mi tiempo siguiéndote y buscándote
y hasta me parece que triunfan y viven más alegres
los que adoran el dulce becerro del dinero y del vicio.
Me alejo de tu cruz, busco el descanso en mi casa de olvidos,
Dispuesto a alimentarse desde hoy en las viñas de la mediocridad.
No he perdido la fe, pero sí la esperanza,
sí el coraje de seguir apostando por ti.

¿Y no podrías salir hoy al camino
y pasear conmigo como aquella mañana con los dos de Emaús?
¿No podrías descubrirme el secreto de tu santa Palabra
y conseguir que vuelva a calentar mi entraña?
¿No podrías quedarte a dormir con nosotros
y hacer que descubramos tu presencia en el Pan?

Martín Descalzo
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Apareciste
cuando el alma
no tenía prisa
ni de llegar,
ni de crecer,
ni de morir.

Cuando te fuiste,
el cuerpo
no hizo balance
ni de ausencias,
ni de caricias,
ni de preguntas.

Y me dejaste
una sorpresa,
una certeza,
un corazón.
¡Nunca te fuiste!

Benjamín González Buelta, sj


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.