viernes, 8 de febrero de 2019

Viernes 8 de febrero

Viernes de la 4ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 6, 14-29

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él.
Unos decían: Juan Bautista ha resucitado, y por eso los ángeles actúan en él.
Otros decían: Es Elías.
Otros: Es un profeta como los antiguos.
Herodes, al oírlo, decía: Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Felipe, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía.
En muchos asuntos seguía su parecer y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados.
El rey le dijo a la joven: Pídeme lo que quieras, que te lo doy.
Y le juró: Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.
Ella salió a preguntarle a su madre: ¿Qué le pido? La madre le contestó: La cabeza de Juan el Bautista.
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairar.
En seguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan.
Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Podemos poner a Herodes como un caso adelantado del juego de lo "políticamente correcto". Tenía que quedar bien. Había dado una absurda palabra en público. No quiso desairar a su corte. Y acabó haciendo algo que, en el fondo, no quería. !Qué triste vivir en desacuerdo con uno mismo!

Como contrapunto, Juan. Intento regir su vida desde la verdad. Hay una verdad de las cosas y una verdad sobre cada uno de nosotros. En lo profundo del corazón conocemos qué podemos ser, qué nos pide Dios, cuáles son las cosas por la que debemos luchar... incluso hasta poner en juego prestigio, tiempo, reputación, algo de dinero o... la vida?

Señor, enséñanos a encajar la cruz de cada día;
la cruz que exige el amor a los que más sufren y a todas las personas;
la cruz que conlleva la lucha por la verdad, por la justicia, por la paz;
la cruz que nos viene cuando somos fieles a Ti y a tu Evangelio.

Estas cruces nos resultan pesadas, Señor,
pero sufrimos más cuando nos encerramos en nosotros mismos,
cuando somos testarudos, egoístas
y nos dejamos llevar por la envidia o el rencor.

Señor, danos sabiduría para tener siempre presente
que la cruz por amor merece la pena,
nos hace más humanos, nos acerca a Ti
y da vida a cuantos nos rodean.

En cambio, el sufrimiento que nos trae el pecado
es más grande y enteramente inútil.
Señor, enséñame a sufrir como tú y contigo.
.

Este evangelio nos enfrenta ante la coherencia de nuestras opciones, ante el valor con que defendemos la verdad, ante el testimonio que damos frente a los amigos y ante la denuncia que nos pide Jesús para desenmascarar la hipocresía de una sociedad de la imagen y la competencia. Que este evangelio nos despierte.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 7 de febrero de 2019

Jueves 7 de febrero

Jueves de la 4ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.
Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Los fue enviando. Poco a poco, pero a todos, Dios nos llama. Nos agrupa en torno al amor de Dios y al amor mutuo. Y enseguida, nos envía a todos: sacerdotes, religiosos y laicos. La misión es parte esencial de nuestra pertenencia a la Iglesia.

De dos en dos. O sea, en comunidad. Los medios materiales se reducen a los imprescindibles. Todo está centrado en la fuerza del que envía, Jesús; en los que caminan juntos, que se ayudarán, y en la gente a la que se envía, con la que hemos de formar nuevas comunidades de amor, de vida compartida.

Aquí, estoy, Señor, ¡envíame! Necesito sencillez, humildad, a mis hermanos (la Iglesia, mi parroquia, etc...), y una conciencia creciente de todas las necesidades que tiene hoy nuestro mundo. "En tu nombre, iré".

Señor, escucho tu llamada de nuevo.
Una y otra vez me llamas,
aunque me haga el sordo en demasiadas ocasiones.
Eres tozudo, Señor.

Me llamas y me envías.
Nos envías, de dos en dos.
No quieres que vaya solo.
Mi fe se apoya en Ti y en mi compañero de misión.
Mi compañero se apoya en Ti y en mi.

No quieres que lleve muchas cosas.
Un bastón y nada más.
Ni pan, ni alforja, ni dinero...
Para cumplir tu misión no necesito casi nada.

Para transmitir tu amor
sólo es preciso que me deje amar por Ti
y que ame, sirva y me entregue como Tú.

Para transmitir tu perdón
sólo es necesario que yo me deje perdonar por Ti
y que perdone como Tú me perdonas.

Para transmitir tu Palabra
sólo es menester que abra mis oídos para escucharte
para que mis palabras y mi vida hablen de Ti.

Para transmitir tu alegría
sólo es preciso que mi corazón se acerque al tuyo,
para que ni la peor noticia arrugue mi sonrisa.

Para transmitir tu consuelo
sólo es necesario que ponga en tus manos mis agobios
y contagie mi esperanza a los que sufren.

Me has llamado, Jesús.
Tú sabes lo que haces.
Aquí estoy. Envíame.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Miércoles 6 de febrero

Miércoles de la 4ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón ? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí? Y desconfiaban de él.
Jesús les decía: No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos.
Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Fue en su propio pueblo donde Jesús encontró mayor incomprensión. Donde más le conocían. Posiblemente, también nosotros llevamos ya mucho conociendo a Jesús, (bautizados desde pequeños y con muchas misas oídas): ¿No habremos también nosotros perdido la confianza en el Señor?

"Si conocieras el don de Dios", le dirá un día a la Samaritana. Dios mío, permíteme descubrir la novedad de tu persona, de tu Palabra. ¡Cómo podría cambiar mi vida si descubriera su verdadero rostro!

Y no puedo hacer allí milagros. Lógico. Dios necesita nuestro consentimiento para sacar adelante su relación de amistad con nosotros. Es la bendita y terrible libertad humana. ¡Podemos negarnos a Dios! !Ayúdanos a encontrarte, Señor!

Pidamos al Espíritu que nos ayude a acoger a los profetas y a ser profetas:

Envíanos, Espíritu poderoso, el rocío de tu suavidad.
Concédenos la plenitud del Amor.
Labra el campo de nuestro corazón de carne, endurecido
para que reciba y haga fructificar la Palabra.
Tu aliento en nosotras hace brotar la bondad,
la sabiduría, la fe y la compasión.

Tú eres quien consagra a los apóstoles,
inspiras a los profetas,
instruyes a las mujeres y hombres sabios,
haces hablar a los mudos
y abres los oídos cerrados cuando estamos sordas.

Concédenos la gracia de hablar con certeza
del Amor que crea y sostiene nuestra vida,
del camino del servicio que conduce a la alegría
y de mostrar con nuestra vida ese sendero a otras personas.

A la hora de intentar comunicar tu Palabra,
que tu sabiduría nos acompañe,
para que sepamos decir lo que es útil y oportuno.

A ti gloria, con el Padre de bondad,
con el Hijo, hermano nuestro,
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 5 de febrero de 2019

Martes 5 de febrero

Martes de la 4ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 5, 21-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años.
Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor.
Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con solo tocarle el vestido, curaría.
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.
Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: ¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le contestaron: Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: «¿quién me ha tocado ? » El seguía mirando alrededor, para ver quién había sido.
La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.
El le dijo: Hija, tu fe te ha curado.
Vete en paz y con salud.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto.
¿Para qué molestar más al maestro? Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: No temas; basta que tengas fe.
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo: ¿Qué estrépito y qué lloros son estos ? La niña no está muerta, está dormida.
Se reían de él.
Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar tenía -doce años-.
Y se quedaron viendo visiones.
Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Todo el mundo quiere ver y tocar al Señor. Saben que Él puede salvar sus vidas en tantos sentidos. Nosotros, ¿acudimos también así y confiamos de este modo en Dios?

Hay muchas formas de rezar: la oración del padre de Jairo era una oración insistente y pública. La de la mujer enferma era íntima y escondida. Pero en ambas pide Jesús una condición que no puede faltar: la fe, la confianza en el Dios que sabe lo que nos conviene y tiene poder para llevarlo a cabo.

Los milagros del Evangelio son signos que demuestran el permanente y silencioso cuidado de Dios sobre nosotros. Todos podemos repasar las veces en que Dios nos ha visitado con su fuerza, con su ánimo, con su Espíritu, y nos ha mantenido esperanzados, pese a las dificultades.

Ante estos dos testimonios de fe, quizá los más impresionantes del Nuevo Testamento, podríamos pedir a Dios que aumente nuestra fe.

Ahora. Levántate.
No te dejes morir
en muertes cotidianas
que acallan el verso
que secan el alma
y frenan el paso
hasta dejarte inerte.

No mueras en vida,
sepultado por nostalgias,
rendido antes de tiempo,
consumido por dentro.
No permitas que te envenene
el odio, ni dejes
que la amargura –¿o es miedo a vivir?–
haga de tu corazón una losa.

Levántate.
Sostenido por la memoria
de buenos amigos y buenos momentos,
confiado en un hoy grávido de oportunidades.
Movido por la esperanza en lo que ha de llegar.

Levántate, agradecido por tanto…
Ama,
descubre los milagros ocultos,
cree,
y pelea, si hace falta,
la batalla nuestra de cada día.
Que eso es ser humano.
Levántate.
Ahora.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Herida en lo más íntimo,
impura, proscripta y marginada,
condenada a no ser nada,
llevo una carga tan pesada,
que me desangra las entrañas
y me quita la vida y la alegría
cada día que pasa.

Doce eternos años perdiendo,
con médicos, ahorros y esperanza,
son muchos años de carga
y de sentirse mal mirada,
condenada y abandonada.
Lo mío es, por creencia e historia,
vivir siempre postrada.

Por no tener ni nombre tengo,
solo el de mi enfermedad
no curada y hecha pública.
Estoy tan sola y mal respetada
que decido transgredir lo que es ley
y tabú en mi pueblo y cultura,
e ir a la otra orilla.

Me acerqué a Ti y te toqué;
pero solo a la orla de tu manto
llegó mi atrevimiento y trasgresión,
pues no quería ningún mal para Ti;
mi último recurso y esperanza;
sólo anhelaba ser curada
de tanta herida en mis entrañas.

Y el milagro se realizó, Señor.

Florentino Ulibarri

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 4 de febrero de 2019

Lunes 4 de febrero

Lunes de la 4ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 5, 1-20

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región de los Gerasenos.
Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las tumbas, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo.
Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.
Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: ¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes.
Porque Jesús le estaba diciendo: Espíritu inmundo, sal de este hombre.
Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas? El respondió: Me llamo Legión, porque somos muchos.
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte.
Los espíritus le rogaron: Déjanos ir y meternos en los cerdos.
El se lo permitió.
Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.
Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo.
Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio.
Se quedaron espantados.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos.
Ellos le rogaban que se marchase de su país.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía.
Pero no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús pone en el nivel más alto de importancia a las personas. Por eso, no duda en curar a aquel endemoniado, aunque a cambio tenga que morir una piara de cerdos.
            “Gracias Señor por querernos y valorarnos tanto”

Sin embargo, para los habitantes de aquel pueblo, los cerdos eran más importantes que aquel pobre desgraciado. Los cerdos están por encima de las personas; en el fondo, el dinero es superior a Dios y a su Reino.

En la vida hay momentos en los que ayudar a los demás es una gozada. Nadie sale perdiendo. Todos ganan. Pero en otras ocasiones, ayudar a los demás pasa por privarme de caprichos, perder dinero, dejar de ejercer mis derechos... Y entonces surge la duda ¿vale la pena o no? ¿la gente merece que me sacrifique? ¿no es mejor vivir la vida sin complicármela?
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
            “Perdona y cura, Señor, nuestro egoísmo”
            “Gracias por las personas que aman sin calcular”
            “Danos fuerza para ser fieles a tu Evangelio, aunque cueste”

Jesús, Tú no eres un Dios comodón,
que se encierra en sus cielos azules
y no sale de templos preciosos.
Tú has plantado tu tienda entre nosotros,
en los barrios más pobres de nuestro mundo,
junto a las personas y los pueblos que más sufren.
Señor, haz que también yo siga este camino,
y me acerca a la realidad del mundo,
a las personas que me necesitan. Señor,

Tú luchaste contra el mal,
contra todos los espíritus que atormentan a la gente.
No empleaste otra arma que tu amor:
amor hasta el extremo, amor que da la vida.
Señor, ayúdame a descubrir los malos espíritus
que hoy no dejan a tus hijos vivir con dignidad:
la injusticia, la mentira, el consumismo, la superficialidad;
la soledad, la desesperanza, el individualismo, la prisa...
Dame la luz y la fuerza del Espíritu Santo,
para luchar contra estos espíritus inmundos,
para liberarme de ellos y liberar a otras personas.

Señor, Tú fuiste expulsado de Gerasa
porque sus habitantes querían más a sus cerdos
que al hombre al que Tú liberaste.
Así fueron los gerasenos y así somos, Señor.
Nos preocupa más el dinero que las personas.
Nos dedicamos a nuestros intereses y caprichos
y aplazamos para mañana el amor a los que sufren.
Libéranos, Señor, del espíritu inmundo del egoísmo,
para que podamos experimentar la alegría
que sólo brota del amor, del servicio y la entrega.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 3 de febrero de 2019

Domingo 3 de febrero

Domingo de la 4ª semana del t.o. C

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 4, 21‑30

En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga:
—«Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían:
—«¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo:
—«Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»
Y añadió:
—«Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús fue a su pueblo, a Nazaret. Tuvo que ser un día emocionante para él. Va a anunciar su mensaje a sus amigos, a su familia... Jesús se presenta como las palabras del profeta Isaías: El Espíritu Santo está sobre mí, me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres... Los que habían sido sus vecinos primero reaccionan con admiración, pero después comienzan a cerrarse: ¿No es éste el hijo de José? Aquel día Jesús cosechó uno de los fracasos más sonoros y dolorosos. Nos cuesta acoger la Palabra de Dios cuando el heraldo es un conocido, un amigo, un familiar...
Los nazarenos perdieron una gran oportunidad para conocer mejor a Dios, para vivir con más esperanza, con más alegría, con más sentido. Cada vez que rechazamos la Palabra de Dios, también salimos perdiendo.
¿Qué te dice Dios? ¿Que le dices?

Fuerza mis defensas para librarme.
Sácame de mí mismo para encontrarte.
Llévame a la periferia para centrarme,
Mantenme abierto a lo diferente y extraño.
Ayúdame a aceptar lo inusual y cotidiano
Vacíame plenamente para poder acogerte.

Dame pies firmes para andar siempre.
Y no permitas nunca que pise los sueños de otros
cerrándolos, ignorándolos o rechazándolos.

Hazme espacio abierto y de fácil acceso
para todos los que andan por la vida
buscando manantiales, refugios y caminos.


Florentino Ulibarri

Jesús ensalza a dos extranjeros, A los judíos les duele, les duele mucho, tanto que pretenden despeñarlo. A veces el amor a lo nuestro, a la raza nos cierra a la verdad.
“Señor, abre nuestros ojos a la verdad, esté donde esté”
“Perdona y cura nuestra ceguera”

A veces, hacemos cosas buenas por los demás, con gran ilusión. Todo va bien hasta que llega la primera crítica. En ese momento pensamos: “Son unos desagradecidos, no se merecen nada, aquí se quedan”. ¿Qué hubiera pasado si Jesús hubiera pensado así? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 2 de febrero de 2019

Sábadoi 2 de febrero

Presentación del Señor

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Lucas 2, 22-35

Cuando llegó el tiempo de la purificación de María según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén. para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la Ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor» y para entregar la oblación, con lo dice la ley del Señor: «Un par de tórtolas o dos pichones».
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo. Cuando entraban con el Niño Jesús sus padres, para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
"Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque Mis ojos han visto a tu Salvador a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel.»
José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo diciendo a María, su madre: «Mira: Este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de Muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. Simeón aguardaba el Consuelo de Israel. Llevaba esperando muchos años, quizá toda su vida. Esperaba en Dios, esperaba en las promesas que Dios había hecho al pueblo, esperaba al Mesías, esperaba...  Y nosotros ¿esperamos? ¿o queremos las cosas ya, en el momento en el que las deseamos? Tenemos demasiada prisa. Sin embargo, el crecimiento personal y la relación con Dios y con los hermanos requieren tiempo, crecen en la espera.
     "Señor, perdona y cura mi prisas y agobios"
     "Tú Señor lo sabes todo. Dame lo que quieras cuando quieras"

B. Hay deseos y deseos... Simeón esperaba ver al Mesías. Y a ti ¿qué te gustaría ver? ¿qué esperas con todo el corazón? A veces, nuestros deseos son mezquinos. Pedimos a Dios que purifique y ensanche nuestros deseos.

C. "Luz para alumbrar a las naciones". Jesús es la luz. Y nosotros cristianos queremos vernos y ver la realidad con la luz de Jesús, desde su evangelio. Sin embargo, en muchas ocasiones utilizamos luces bien distintas...
     "Perdón Señor por despreciar tu luz"
     "Gracias Padre por la luz del evangelio"
     "Quiero ver con tus ojos, Señor."

D. Hoy se celebra el día de la vida consagrada.  La Iglesia da gracias a Dios por los religiosos y religiosas que consagran su vida a Dios desde el silencio de los conventos de clausura y desde su trabajo apostólico en la sanidad, la educación, la atención a los pobres...

Señor, dame un corazón humilde y confiado,
como el de Simeón y Ana, como el de María.

Ellos no tenían nada y, precisamente por eso,
se acercaban a Ti, ponían toda su confianza en Ti,
observaban la ley, cumplían tu voluntad.

No deseaban otra cosa que encontrarse contigo;
tenían un corazón limpio y una mirada transparente,
capaz de reconocerte en un recién nacido,

Señor, líbrame de la idolatría de las riquezas.
Ayúdame a compartir con generosidad lo que tengo,
No dejes que tenga otro Dios fuera de Ti.

No permitas que me apoye demasiado en las personas,
tampoco en mis propias fuerzas.
Qué sólo confíe plenamente en Ti, Señor.

Dame sabiduría y fuerza para ser pobre y libre,
purifica mi corazón de todo deseo que me aparte de Ti,
para estar abierto del todo a la plenitud de tu Amor.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.