miércoles, 13 de junio de 2018

Miércoles 13 de junio

Miércoles de la 10ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas:
no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús actúa con libertad y en ocasiones se salta la ley: no respeta el descanso del sábado, habla a solas con la samaritana... Pero nunca incumple los preceptos por capricho o por conveniencia propia. No ha venido a anular la ley, sino a darle plenitud, a perfeccionarla, para que responda mejor a la voluntad de Dios, para que sea más útil a las personas.

La ley de Dios no esclaviza, da libertad, es camino de felicidad, de salvación.

Tu palabra, Señor, es buena noticia,
semilla fecunda, tesoro escondido,
manantial de agua fresca, luz en las tinieblas,
pregunta que cautiva, historia de vida,
compromiso sellado, y no letra muerta.
Alabado seas por tu palabra.

Tu palabra, Señor, está en el Evangelio,
en nuestras entrañas, en el silencio,
en los pobres, en la historia,
en los hombres de bien, en cualquier esquina
y en tu Iglesia, también en la naturaleza.
Alabado seas por tu palabra.

Tu palabra, Señor, llega a nosotros
por tu Iglesia abierta, por los mártires y profetas,
por los teólogos y catequistas, por las comunidades vivas,
por nuestros padres y familias, por quienes creen en ella,
por tus seguidores, y también por gente de fuera.
Alabado seas por tu palabra.

Tu palabra, Señor, hace de nosotros
personas nuevas, sal y levadura,
comunidad de hermanos, Iglesia sin fronteras,
pueblo solidario con todos los derechos humanos,
y zona liberada de tu Reino.
Alabado seas por tu palabra.


Podemos rezar con las palabras del salmo 118:

Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón;
el que, sin cometer iniquidad,
anda por sus senderos.

Te alabaré con sincero corazón
cuando aprenda tus justos mandamientos.
Quiero guardar tus leyes exactamente,
tú, no me abandones.

¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras.

Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti.

Bendito eres, Señor,
enséñame tus leyes.
Mis labios van enumerando
los mandamientos de tu boca;
mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.

Medito tus decretos,
y me fijo en tus sendas;
tu voluntad es mi delicia,
no olvidaré tus palabras.


Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes,
y lo seguiré puntualmente;
enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón;
guíame por la senda de tus mandatos,
porque ella es mi gozo.

Inclina mi corazón a tus preceptos,
y no al interés;
aparta mis ojos de las vanidades,
dame vida con tu palabra;
cumple a tu siervo la promesa
que hiciste a tus fieles.


¡Cuánto amo tu voluntad!:
todo el día la estoy meditando;
tu mandato me hace más sabio que mis enemigos,
siempre me acompaña;
soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.

¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
Considero tus decretos,
y odio el camino de la mentira.

Lámpara es tu palabra para mis pasos,
luz en mi sendero.

Mi lengua canta tu fidelidad,
porque todos tus preceptos son justos;
que tu mano me auxilie,
ya que prefiero tus decretos;
ansío tu salvación, Señor;
tu voluntad es mi delicia.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

martes, 12 de junio de 2018

Martes 12 de junio

Martes de la 10ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 5, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Vosotros sois la sal de la tierra.
Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo.
No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una vela para ponerla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesucristo nos ha traído la mejor sal y la luz más clara: su Evangelio, su vida.  El Evangelio de Jesús da sabor de esperanza, de fraternidad, de fe al mundo. La vida de Jesús ilumina nuestra existencia y nos ayuda a descubrir cómo somos en realidad y cómo podríamos ser...
            “Gracias Señor por ser la sal de mi vida”
            “A veces no me dejo iluminar por ti. Perdóname”
            “Que no me aparte nunca de tu luz, Señor”

Pero la sal y la luz de Jesucristo no son sólo para nuestro disfrute personal. Él nos dice: Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo. Tu parroquia ha de ser sal y luz en el barrio, tú tienes que ser sal y luz en medio de tu familia, de tus amigos...

Sin embargo, en muchas ocasiones nos parece que no podemos ser sal y luz de nada. Nos paraliza nuestra pequeñez, nuestros pecados... No da miedo ir en contra de la corriente, en contra de una corriente muy fuerte. Jesús conoce nuestra debilidad y sabe bien de la fuerza del mal, pero confía en nosotros y nos envía. Es posible ser sal y luz desde la pequeñez. Si confiamos y nos apoyamos en Él, su fuerza se manifestará en nuestra debilidad.

¿Cómo eres y cómo podrías ser sal y luz? Esta oración, inspirada en un texto de Mahatma Ghandi, nos puede ayudar:

Enséñame a ser sal de la tierra y luz del mundo.
Ayúdame a regalar una sonrisa a quien nunca la ha tenido.
a hacer volar un rayo de sol hasta allí donde reina la noche.
a descubrir una fuente y hacer que se bañe en ella quien vive en el fango.
a tomar una lágrima y ponerla en el rostro de quien nunca ha llorado.
a tomar el valor y ponerlo en el ánimo de quien no sabe luchar.
a descubrir la vida y contársela a quien no sabe captarla.
a tomar la esperanza y compartirla con quien se siente fracasado
a tomar la bondad y dásela a quien no sabe dar.
a acoger el Amor y darselo a conocer al mundo. Amén.

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Infinito el mar,
la playa inmensa,
inúndanos con tus olas
ahóganos con tu amor
y cuando la marea baje
sea la sal nuestra prenda.

Infinito el sol,
claridad inmensa,
báñanos con tu luz,
haznos arder como un fuego,
ponga calor en el frío
y abrase todas las sombras.

Infinito el mar,
infinito el sol,
signos, Señor,
del amor que se entrega.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

lunes, 11 de junio de 2018

Lunes 11 de junio

Lunes de la 10ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 5, 1-12

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la Tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán «los Hijos de Dios».
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Dios quiere que seamos dichosos, bienaventurados, felices... No podía ser de otra forma: es nuestro Padre y nos quiere con locura. Cada día se acerca a ti para hacerte feliz, a través de la Iglesia, de cualquier persona, en un momento de oración, de mil formas distintas
            “Gracias, Señor, porque buscas mi felicidad”
            “A veces te veo como un estorbo para ser feliz.
             Transforma mi corazón y mis pensamientos”

Dios quiere nuestra felicidad, pero ¡cuidado! No nos engañemos. Es una felicidad muy distinta de la que nos ofrece mundo. La felicidad del mundo es incompatible con el esfuerzo, con la pobreza, con la persecución... Esta felicidad huye cuando nos falta la salud, la riqueza... Es demasiado pequeña y frágil para llenar nuestro corazón.

La felicidad de Dios pasa por el sufrimiento, por la lucha por la justicia y por la paz, no se arruga ante la incomprensión, el insulto, la calumnia... ni siquiera ante la enfermedad y la muerte.
La felicidad de Dios se construye sobre la fe, la esperanza y el amor. Y es la única que realmente sacia nuestra sed de plenitud.
¿Qué felicidad buscas? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Jesús, gracias por mostrarnos, con tu palabra y tu vida, el camino de la bienaventuranza, de la felicidad más grande.

Gracias por recorrer el camino de la pobreza. Fuiste pobre, pobre material y el pobre de espíritu. Naciste pobre, fuiste reconocido y seguido por los pobres, viviste como un trabajador, no tuviste donde reclinar la cabeza, moriste sin nada y tu corazón estatu y está abierto en plenitud al Padre.

Gracias por recorrer el camino de la mansedumbre. Tu dulzura cautivaba a tus amigos y tu fortaleza aterraba a tus enemigos. Tu dulzura atraía a los niños y tu seriedad desconcertaba a Pilato y Herodes. Los enfermos te buscaban, los pecadores se sentían perdonados sólo con verte. Consolabas a los que sufrían, perdonabas a los que te crucificaban. Sólo el demonio y los hipócritas te temían. Fuiste la misma mansedumbre, es decir: una fortaleza que se expresa dulcemente.

Gracias por recorrer el camino de las lágrimas. Pero no las malgastaste en llantos inútiles. Lloraste por Jerusalén, por la dureza de quienes no sabían comprender el don de Dios que estaba entre ellos. Lloraste después lágrimas de sangre en Getsemaní, por los pecados de todos los hombres. Entendiste mejor que nadie que alguien tenía que morir para que el Amor fuera amado.

Gracias por recorrer el camino de la justicia. Tuviste hambre de justicia, sed de la gloria del Padre. Te olvidabas incluso de tu hambre material cuando experimentabas el hambre de esa otra comida que era la voluntad del Padre. En la cruz gritaste de sed. Y no de agua o vinagre.

Gracias por recorrer el camino de la misericordia. Toda tu vida fue un despliegue de misericordia. Tú eres el padre del hijo pródigo y el pastor angustiado por la oveja perdida. Todos tus milagros brotaban de la misericordia. Tu alma se rompía cuando te encontrabas con aquellas multitudes que vivían como ovejas sin pastor.

Gracias por enseñarnos y recorrer el camino de la pureza. Tu corazón era tan limpio que ni tus propios enemigos encontraban mancha en ti. Eres la pureza y la verdad encarnadas. Eres el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso eres verdaderamente el Hijo de Dios.

Gracias por recorrer el camino de la Paz. Eres la paz. Viniste a traer la paz a la humanidad, a reparar la grieta belicosa que había entre la humanidad y Dios. Los ángeles gritaron «paz» cuando naciste, y fuiste efectivamente paz para todos. Al despedirte dijiste: «La paz os dejo, mi paz os doy» (Jn 17, 27).

Gracias por recorrer el camino de la cruz. Fuiste perseguido por causa de la justicia y por la justicia inmolado. Fuiste demasiado sincero, demasiado honesto para que tus contemporáneos pudieran soportarte. Y moriste.

Y, porque fuiste pobre, manso, limpio y misericordioso, y porque lloraste y tuviste hambre de justicia, porque sembraste la paz y fuiste perseguido, por todo ello, en Ti se inauguró el reino de Dios. Por eso, más allá de la cruz y la sangre, en tu rostro y en tu vida brilló la luz de la verdadera alegría, de la bienaventuranza.

Danos fuerza para avanzar con decisión, entrega y esperanza por el camino que tú recorriste.

Adaptación de un texto de José Luis Martín Descalzo.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

domingo, 10 de junio de 2018

Domingo 10 de junio

Domingo de la 10ª semana del t.o.B
 
1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 3, 20-35

En aquel tiempo volvió Jesús a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.
Unos letrados de Jerusalén decían:
–Tiene dentro a Belcebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.
El los invitó a acercarse y les puso estas comparaciones:
–¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil, no puede subsistir; una familia dividida, no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.
Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar.
La gente que tenía sentada alrededor le dijo:
–Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.
Les contestó:
–¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y paseando la mirada por el corro, dijo:
–Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús, con sus palabras y obras, desconcierta, hace pensar, se convierte en una persona molesta. Y quieren retirarlo de la circulación. ¿Cómo? Difundiendo el rumor de que estaba loco; diciendo que está poseído por un demonio.



En vez de abrirse a la novedad que trae Jesucristo, cierran su corazón. No pueden recibir el amor de Dios, que cura, perdona, acompaña, salva... Eso es blasfemar contra el Espíritu.

Señor, abre mi corazón
a tu palabra y a tu amor.

Estar abierto es, ante todo,
salir de uno mismo.
Romper la coraza del egoísmo
que intenta aprisionarnos
en nuestro propio yo.

Estar abierto es dejar de dar vueltas
alrededor de uno mismo.
Como si ese fuera
el centro del mundo y de la vida.

Estar abierto es no dejarse encerrar
en el círculo de los problemas
del pequeño mundo al que pertenecemos.
Cualquiera que sea su importancia,
la humanidad es más grande.
Y es a ella a quien debemos servir.

Estar abierto no es devorar kilómetros,
atravesar los mares
o alcanzar velocidades supersónicas.
Es ante todo
acoger a los otros,
descubrirnos, ir a su encuentro.
escuchar nuevas ideas,
incluso a las que se oponen a las nuestras.
Es tener el aire de un buen caminante.

Señor, abre mi corazón
a tus hijos, mis hermanos,
a tu palabra y a tu amor.


Jesús te invita a pertenecer a su familia: Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre. ¿Aceptas? ¿Quieres formar parte de esta familia de "locos"?

Jesús, envíanos locos que se comprometan a fondo,
que amen con algo más que con palabras,
que entreguen su vida hasta el fin.
Hazme loco, apasionado, imprudente, capaz de riesgo,
ilusionado para empezar algo nuevo,
preparado para el salto a la inseguridad,
entregado a la causa de los pobres,
dispuesto a seguirte sin cálculos ni medidas...


Dame tu Espíritu.
Tus locuras son grandes paradojas, Señor.
Comprometerme en el presente,
por un futuro que no veré en esta vida.
Ser aliado del Dios parcial de los pobres
por una causa que es universal.
Luchar por la justicia
en el combate no-violento de la paz.
Defender los derechos humanos de todos
desde la opción partidista por los pobres.
Ser amigo de la alegría, la fiesta, el entusiasmo,
desde la decisión de renuncia y sacrificio.


Dame tu Espíritu.
Hazme loco de la vida evangélica,
acostumbrado a contentarse con poco,
amante de la pobreza solidaria,
dispuesto a cualquier tarea,
capaz de fraternidad y equipo,
preparado para romper moldes,
libre y disponible, obediente y agresivo, tierno y fuerte,
llevado por tu Espíritu sin leyes ni fronteras.


Dame tu Espíritu, Señor, hazme loco...


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

sábado, 9 de junio de 2018

Sábado 9 de junio

Sábado de la 9ª semana de tiempo ordinario

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 12, 38-44

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía: ¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.
Esos recibirán una sentencia más rigurosa.
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie.
Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús se fija en las actitudes de las personas. Algunos buscan los primeros puestos en los banquetes, buscan los asientos de honor, que les hagan reverencias por las calles, y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos.
Pedimos perdón porque también vivimos actitudes semejantes. Invocamos al Espíritu para que nos conceda fuerza para superarlas.

Y se fija también en esa pobre viuda, que echó una miseria en el cepillo del templo. Era todo lo que tenía para vivir.

Bendito seas
por tantas personas sencillas y buenas
que viven y caminan con nosotros
haciéndote presente cada día
con rostro amigo de padre y madre.

Bendito seas
por quienes nos aman sinceramente,
y nos ofrecen gratuitamente lo que tienen
y nos abren las puertas de su amistad,
sin juzgarnos ni pedirnos cambiar.

Bendito seas
por las personas que contagian simpatía
y siembran esperanza y serenidad
aún en los momentos de crisis y amargura
que nos asaltan a lo largo de la vida.

Bendito seas
por quienes creen en un mundo nuevo
aquí, ahora, en este tiempo y tierra,
y lo sueñan y no se avergüenzan de ello
y lo empujan para que todos lo vean.

Bendito seas
por quienes aman y lo manifiestan
y no calculan su entrega a los demás,
por quienes infunden ganas de vivir
y comparten hasta lo que necesitan.

Bendito seas
por las personas que destilan gozo y paz
y nos hacen pensar y caminar,
y por las que se entregan y consumen
por hacer felices a los demás.

Bendito seas
por las personas que han sufrido y sufren
y creen que la violencia no abre horizontes,
por quienes tratan de superar la amargura
y no se instalan en las metas conseguidas.

Bendito seas
por quienes hoy se hacen cargo de nosotros
y cargan con nuestros fracasos
y se encargan de que no sucumbamos
en medio de esta crisis y sus ramalazos.

Bendito sea
por tantos y tantos buenos samaritanos
que detienen el viaje de sus negocios
y se paran a nuestro lado a curarnos,
y nos tratan como ciudadanos y hasta hermanos.

Bendito seas
por haber venido a nuestro encuentro
y habernos hecho hijos queridos,
que podemos contar contigo y con tantos hermanos
a pesar de nuestra torpeza y orgullo.

Florentino Ulibarri

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Gracias, Señor, por los pobres que nada tienen y aún reparten,
por las personas que pasan sed y agua nos dan,
por los débiles que a su hermano fortalecen,
por los que sufren y comparten su consuelo,
por los que esperan y contagian su esperanza,
por los que aman aunque el odio les acorrale.

Gracias, Señor,
cuando crece la alegría y nos inunda,
cuando dicen nuestros labios la verdad,
cuando amamos el sentir de los sencillos,
cuando abunda el bien y llena los hogares,
cuando un hombre donde hay guerra pone paz,
cuando hermano le llamamos al extraño.

Gracias, Señor, por estos milagros que suceden cada día,
sin que a veces nos demos cuenta.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

viernes, 8 de junio de 2018

Viernes 8 de junio

Sagrado Corazón de Jesús B

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 19, 31‑37

En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.

El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» 

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

El corazón representa la sede de los sentimientos. Hoy queremos adentrarnos en las profundidades del corazón de Jesús, queremos conocer y saborear un poco mejor sus sentimientos, para que los nuestros sean cada vez más parecidos a los suyos.

El corazón de Jesús no se contenta con el lamento, es un corazón capaz de movilizar las piernas, de agudizar la visión, de poner en marcha la cabeza. para aliviar cargas, agobios, cansancios... El amor de Jesús es creativo, imaginativo, busca el camino más adecuado, no retrocede cuando se acerca la cruz.

¿Qué sentimientos ocupan tu corazón? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¿Cómo es tu amor? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?


El Evangelio nos invita a mirar a Jesús, a mirarlo atravesado en la cruz…

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque tú no me juzgas, no me rechazas, ni me exiges nada. Sólo me esperas a la puerta, para que cuando regrese, siempre la encuentre abierta.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque sólo el que ama y recibe al otro, perdona de verdad y tú me aceptas y me quieres tal como soy.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón y en ella sana la herida de mi alma, porque tus ojos cicatrizan las huellas de mis culpas y debilidades.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón, porque te colocas junto a mí,  junto a mis heridas, junto a mi dolor.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro amor, compasión,  calor que quema y apaga mi culpa y mi dolor.

Jesús, sólo en tu mirada encuentro perdón, palabra de aliento, caricia de brisa suave, abrazo de comprensión.

Jesús, tu mirada me libera del peso de mi culpabilidad, de la condena de mis faltas, del rechazo de mis maldades.

Jesús, tu mirada me purifica y tu corazón me santifica y me sana. Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.

jueves, 7 de junio de 2018

Jueves 7 de junio

Jueves de la 9ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: El primero es: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser».
El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
No hay mandamiento mayor que éstos.
El letrado replicó: Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie se abrevió a hacerle más preguntas.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Para responder a la pregunta de aquel escriba, Jesús une dos textos perdidos en el mar de leyes del Antiguo Testamento. Toma primero unas palabras del Deuteronomio 6,4-5: “Amarás a Dios tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y a continuación une un fragmento de Levítico 19,18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Para Jesús amar a Dios, amar al prójimo y amarse a uno mismo no es incompatible. Todo lo contrario. El amor es indivisible: cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, amamos mejor a los hermanos y a nosotros mismos. Y, por supuesto, cuando amamos a los hermanos, crece nuestra capacidad de amar a Dios.

Si me olvido del amor y de la justicia,
me separo de Ti, Dios mío,
y todo lo que haga, aunque te lo ofrezca,
no puede agradarte.
Mi culto es paja e idolatría

Si me olvido de tu mandato,
de amarte con todo mi ser y fuerzas
y de amar al prójimo de igual manera,
¿de qué me sirven mis saberes,
títulos y creencias?

Si me olvido de tus tiernas preferencias,
¿de qué me sirve lo demás?,
¿dónde pongo mi centro, eje y meta?
Me pierdo sin remedio.
Soy persona hueca y vacía.

Aunque me haga a holocaustos y sacrificios,
penitencias, rezos y obediencias,
no estaré mas cerca de tu casa solariega.
Sólo tu mandato de amarte y amarnos
es senda clara y segura.

Para creer en Ti
necesito creer en el amor y la justicia,
en tus tiernas preferencias.
Y vale mucho más creer en estas cosas
que pronunciar o adorar tu nombre con osadía.

Fuera del amor y de la justicia,
de tus tiernas preferencias,
es imposible que yo, con mi historia,
aunque te llame Padre y me considere hijo,
pueda llegar a tu casa solariega..

¡Llévame por tus sendas y caminos
aunque me haga el torpe,
me despiste
o resista!!

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.