domingo, 11 de marzo de 2018

Domingo 11 de marzo

Domingo de la 4ª semana de Cuaresma B

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 3, 14‑21.

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:
—Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desiertos así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único...”. Jesús vive, cura, predica, sufre y muere para mostrarnos el amor del Padre. Damos gracias.

“... para que tengan vida”
Jesús vive, cura, predica, sufre y muere para que seamos felices, para que nuestra vida tenga sentido. Damos gracias.

La vida consiste en creer en Jesús, en aceptar su luz. El pecado nos aparta de Jesús, nos confina a las tinieblas. Pedimos a Dios humildad y valentía para acercarnos a él, para exponer nuestros pecados a su luz. Sólo así nuestra fe en Cristo crecerá.

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?


Padre, tanto nos amaste que no te reservaste ni a tu propio Hijo Jesús y nos lo enviaste, para rescatarnos de nuestros pecados, miedos y soledades; con la fuerza de su amor, de tu amor.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, se hizo humano como nosotros, se sometió a la limitación del tiempo, a los rigores del frío y el calor, el hambre y el fracaso, la cruz y la muerte.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, nos regaló su Palabra para convencernos de que en tu corazón sólo hay amor, compasión y perdón.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, curó enfermos y resucitó muertos para mostrarnos que el amor es más fuerte que el mal y la muerte.

Padre, tanto nos amaste que Jesús, tu Hijo, quiso quedarse entre nosotros en el pan de la Eucaristía, en la luz de su Palabra, en la comunidad de los creyentes, en el corazón de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Padre, tanto nos amaste que nos envías a muchas personas buenas, que nos invitan a seguir el camino de la verdad, la justicia, el amor y la entrega.

Padre, tanto amas a la humanidad que me llamas a mí, pobre criatura tuya, y me envías para que sea portavoz de tu Palabra y portador de tu amor.

Gracias, Padre, por tanto amor. Mil gracias, Padre.


Más de lo que podemos soñar y desear,
más de lo que podemos anhelar y esperar,
nos amas Tú.
Más de lo que nadie nos ha amado y amará,
más de lo que somos capaces de amar,
nos amas Tú.

Nuestra vida, desde el vientre materno,
es una historia de amor
que penetra y fecunda
todos los rincones de nuestro ser
haciéndonos vivir, crecer y madurar
a ritmo de más humanidad.

Y, día a día, el manantial de tu amor
se desborda y riega nuestro espíritu,
nuestros sueños y proyectos,
nuestros sentidos y tiempo,
manteniéndonos lúcidos
en la travesía del desierto.

La creación entera siente tu amor
y, a veces, gime y, otras, canta agradecida
porque en sus dolores de parto
se siente acompañada y realizada,
con luz en su horizonte
y esperanza renovada en tus brazos.

Las cruces que encontramos en el camino,
a lo largo de las estaciones y años,
nos ofrecen luz y vida,
nos liberan de cárceles y condenas,
de desengaños y tinieblas,
porque Tú estás en ellas.

Tanto nos amas Tú
que, a pesar de las noches y oasis,
somos personas que alzamos la vista
y miramos con esperanza,
fijos los ojos en Jesús,
iniciador y meta de nuestra aventura.

Y nuestro caminar, hasta llegar a tu regazo,
será una historia de amor
llena de sorpresas y encuentros,
de lágrimas, dudas y gozos
que nos harán madurar
como hijas con espíritu
para vivir liberados la fraternidad.

¡Cómo brilla tu luz en nuestra oscuridad
al amarnos como nadie sabe amar!

Florentino Ulibarri


Dad gracias al Señor, porque es bueno:
porque es eterno su amor.
Dad gracias al Dios de los dioses:
porque es eterno su amor
Dad gracias al Señor de los señores:
porque es eterno su amor.

Sólo él hizo grandes maravillas:
porque es eterno su amor.
El hizo sabiamente los cielos:
porque es eterno su amor.
El afianzó sobre las aguas la tierra:
porque es eterno su amor.
El hizo lumbreras gigantes:
porque es eterno su amor.
El sol que gobierna el día:
porque es eterno su amor.
La luna que gobierna la noche:
porque es eterno su amor.

Dios perdonó mi debilidad:
porque es eterno su amor.
Y me liberó de la oscuridad:
porque es eterno su amor.
Con mano poderosa, con brazo fuerte:
porque es eterno su amor.
Dios me ofrece su gracia:
porque es eterno su amor.
Dios creó en mí una nueva esperanza:
porque es eterno su amor.
Y me llamó a una nueva vida:
porque es eterno su amor.
En nuestra humillación se acordó de nosotros:
porque es eterno su amor.
Y nos libró de nuestros opresores:
porque es eterno su amor.
El da alimento a todo viviente:
porque es eterno su amor.

Dad gracias al Dios del cielo,
porque es eterno su amor.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.