martes, 12 de diciembre de 2017

Martes 12 de diciembre

Martes de la 2ª semana de Adviento

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Mateo 18, 12‑14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

A. La parábola del pastor nos ayuda a comprender al Dios del Adviento, al Dios que viene. Viene porque quiere recuperar a la oveja perdida, porque quiere recuperarnos. Y quiere recuperarnos no por su interés, sino por el nuestro. Viene porque nos quiere. Viene a buscarnos, pero no nos recuperará a la fuerza. Esperará hasta que se lo permitamos.
     "Gracias Señor por tu amor infinito"
     "Gracias por respetar tanto la libertad que me has dado"
     "Que no te hagamos esperar Señor"

B. Es bueno recordar cómo se ha hecho realidad el evangelio en la vida de cada uno. ¿Cuando me he sentido perdido, alejado de Dios? ¿Cómo se las ha arreglado el Señor para salir a buscarme, para encontrarme, para convencerme y volver junto a él, para disfrutar de su alegría? Recordamos situaciones y damos gracias.

C. Y en este momento de mi vida, ¿cómo estoy? ¿en qué me he alejado de Dios? ¿en qué estoy perdido? Quizá a través del evangelio de hoy el Señor ha salido a buscarme. ¿quiero encontrarme con él? ¿qué me dice Dios? ¿qué le digo?

Señor, lo más importante no es:

- que yo te busque,
sino que tú me buscas en todos los caminos (Gn 3,9);

- que yo te llame por tu nombre,
sino que tú tienes tatuado el mío en la palma de tu mano ((Is 49,16);

- que yo te grite cuando no tengo ni palabra,
sino que tú gimes en mí con tu grito (Rm 8, 26);

- que yo tenga proyectos para ti,
sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro (Mc 1,17);

- que yo te comprenda,
sino que tú me comprendes en mi último secreto (1 Cor 13, 12);

- que yo hable de ti con sabiduría,
sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera (2 Cor 4, 10);

- que yo te guarde en mi caja de seguridad,
sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano (EE 335);

- que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas,
sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas (Jn 13, 1);

Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte...
si tú no me buscas, me llamas y me amas primero?

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.