domingo, 4 de junio de 2017

Domingo 4 de junio

Solemnidad de Pentecostés A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 20, 19‑23.

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
—Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
—Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Hoy es la solemnidad de Pentecostés, la fiesta del Espíritu. La alegría de la Pascua se hace más plena por el don del Espíritu.

Jesús quiere dar a nuestro pobre corazón el Espíritu del Amor, a nuestra cabeza el Espíritu de Sabiduría, a nuestra débil voluntad, el Espíritu de Fortaleza, y para liberarnos del miedo, el Espíritu de la valentía...

El Espíritu Santo es nuestro defensor, nos la paz, nos hace testigos de su misericordia y su perdón.

Demos gracias a Dios por el don que se nos ofrece y abramos de par en par nuestra vida para que el Espíritu Santo penetre hasta lo más profundo de nuestra existencia.

A tiempo y a destiempo,
en cualquier lugar,
a cualquier hora,
con el viento de espalda
o un huracán a la contra;
alegre o afligido,
sereno o exaltado,
descansado o exhausto,
lleva el Amor por bandera.

No cejes en el intento
de compartir la justicia.
No acomodes la Palabra
en nombre de la prudencia,
no adulteres la esperanza,
proclama la Vida plena
de quien con su voz nos llama
y con su historia nos llena.

No niegues que eres apóstol,
no olvides que eres profeta,
portador de una noticia
que ha de atravesar la guerra,
que ha de romper las paredes
y ha de fecundar la tierra.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Mi paz os dejo, mi paz os doy...
fue tu saludo sincero,
tu palabra entrañable
y tu buena noticia más visible
para todos lo que encontraste.

A nosotros nos cuesta recordarlo,
entenderlo y aceptarlo,
y más aún darlo y gustarlo,
pues somos egoístas,
engreídos y orgullosos.

Hoy que tanto nos cuesta convivir
con los que son diferentes,
con los inmigrantes,
con los que cuestionan nuestra paz
al buscar la suya simplemente...

Hoy que tanto nos cuesta respetar
la creación,
asumir la historia
y vivir en paz
con los otros y con nosotros mismos...

Hoy que tanto nos cuesta abrir
las puertas y ventanas
de nuestro ser, Iglesia y casa,
y que nos hemos habituado
al secretismo, doblez y oscuridad...

Hoy que tanto nos cuesta besar
y curar las llagas
que siempre acompañan
a nuestros hermanos más débiles
todos los días de la semana...

Susúrranos nuevamente tu saludo,
tu palabra entrañable,
tu buena noticia más visible;
y danos tu Espíritu
para ser fieles y felices.

Haznos personas de paz:
que podamos conocerla,
cultivarla, recrearla
gustarla, compartirla
y transmitirla.

Florentino Ulibarri

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Secuencia de la fiesta de Pentecostés 
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo
que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.