domingo, 21 de noviembre de 2021

Domingo, 21 de noviembre de 2021

Jesucristo, Rey del Universo. B

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 18, 33b‑37

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: —«¿Eres tú el rey de los judíos?»

Jesús le contestó: —«¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»

Pilato replicó: —«¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»

Jesús le contestó: —«Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»

Pilato le dijo: —«Conque, ¿tú eres rey?»

Jesús le contestó: —«Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Estamos a punto de terminar el año litúrgico. El próximo domingo comenzaremos el Adviento. Hoy celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo.
Jesucristo es Rey, pero no como los reyes de este mundo. Jesucristo es nuestro Rey desde la cruz, desde el servicio, desde el amor. Su corona es de espinas. Sus vestiduras reales brillan por su ausencia.


Leamos el Evangelio y contemplemos a Jesucristo colgado en la cruz. Allí se manifiesta cómo es su reinado y cómo debe ser el nuestro. Por el bautismo también nosotros estamos llamados a ser reyes, reyes al estilo de Jesús.

Pero no todo termina en la cruz. Cristo es rey del universo, y al final vencerá a todos los “enemigos” de la humanidad: el pecado, el sufrimiento, la muerte... y en su Reino resplandecerá la paz, la alegría, el amor, la fraternidad.

Pedimos fuerza para saber ser reyes-servidores y damos gracias por la esperanza de una vida completamente feliz.

Señor, te acojo como Rey, como Señor de mi vida, voluntariamente, con entera libertad. No me obligas a abrazar tu bandera; me invitas a seguirte y esperas con paciencia mi respuesta.

No me has prometido dinero, ni honores, ni vida fácil, pero me aseguras la paz y la alegría más grandes.

Tú no eres como los señores de este mundo. No utilizas tu poder para manipular y enriquecerte.

Tu único poder es el Amor, el amor que se entrega para dar vida, vida eterna el amor que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa.

Por eso, Señor, con confianza y gratitud y alegría, te acojo como Rey, como Señor de mi vida.

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¿Qué corona es esa que te adorna,
que por joyas tiene espinas?
¿Qué trono de árbol te tiene clavado?
¿Qué corte te acompaña, poblada
de plañideras y fracasados?
¿Dónde está tu poder?
¿Por qué no hay manto real
que envuelva tu desnudez?
¿Dónde está tu pueblo?

Me corona el dolor de los inocentes.
Me retiene un amor invencible.
Me acompañan los desheredados,
los frágiles, los de corazón justo,
todo aquel que se sabe fuerte en la debilidad.
Mi poder no compra ni pisa,
no mata ni obliga, tan solo ama.
Me viste la dignidad de la justicia
y cubre mi desnudez la misericordia.
Míos son quienes dan sin medida,
quienes miran en torno con ojos limpios,
los que tienen coraje para luchar
y paciencia para esperar.

Y, si me entiendes, vendrás conmigo.

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

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Señor, hazme buscador incansable de la verdad,
que no me conforme con mis verdades,
que me abra a las verdades de los hermanos
y a la Verdad con mayúscula que Tú me ofreces;
que cada día descubra quién eres Tú,
quién soy yo para ti y para el mundo.
 
Que no me deje engañar por la propaganda interesada,
al servicio de los más poderosos.
Que abra los ojos a la realidad del mundo,
con sus luces, sus sombras y sus esperanzas.
 
Señor, hazme servidor y testigo de la verdad;
que hable con sinceridad, pero sin dogmatismos,
que hable con convicción, pero sin vanidad.
que hable con sencillez, pero sin demagogia.
 
Que no hable como los fanáticos que tratan de imponer su verdad;
tampoco como los funcionarios que la defienden aunque no crean en ella.
Que nunca utilice la verdad para atacar a los demás
y sepa defenderla para el bien de los pobres.


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.